lunes, 27 de julio de 2009

Una de zombies

Bajo su anterior administración, la Cineteca Nacional organizaba el ciclo denominado Charlas de Café, un espacio que acercaba el prodigio de la cinematografía a sus apasionados a través de la interacción con diversos creadores y estudiosos de la materia y, de paso, saborear una buena taza de café americano por cortesía de los anfitriones. Tuve el honor de ser invitado varias veces a ese foro. Una de ellas -en el mes de octubre de 2003, si mal no recuerdo- fue para honrar el 35 aniversario de La noche de los muertos vivientes, cinta que conserva su capacidad de asustarme. Les presento el texto que escribí para esa ocasión especial. Les debo las palomitas.

***
¡Volvieron de la tumba!
A 35 años del estreno de La Noche de los Muertos Vivientes
Roberto Coria Monter


1968 fue un año de luces y sombras. Fue el año en que una moda escandalosa, que predica el perfeccionamiento de la convivencia humana mediante el amor, alcanza su momento más alto. El hippie, símbolo de la libertad sexual, el naturalismo y la paz, está convencido que el odio y las diferencias pueden superarse mediante la belleza, la solidaridad y el amor a los semejantes. Sin embargo estas ideas no alcanzan eco en todo el mundo. En este mismo 1968 el fuego de ametralladoras abate a civiles y militares en docenas de ciudades y aldeas vietnamitas. En este año tropas de la entonces Unión Soviética, en complicidad de las otras cuatro naciones que conforman el Pacto de Varsovia, irrumpen en Checoslovaquia por tierra y aire y comienzan la ocupación de este país. Es el año en que movimientos estudiantiles en Francia, España y México son reprimidos violentamente con cañones de agua, gases lacrimógenos y toda la artillería de que disponen los ejércitos. Es el año en que el reverendo Dr. Martin Luther King, quien tenía un sueño en donde todos los hombres convivían como iguales, recibe un disparo que le quita la vida en el balcón de un hotel de Memphis. Es el año en que Robert Kennedy es herido a tiros mientras da un discurso en el hotel Ambassador de Nueva York. Es el año en que Richard Nixon se erige Presidente de Estados Unidos y en que el criminal de guerra nazi Josef Mengele es capturado en Brasil.
Este tumultuoso año fue especialmente prolífico para el mundo del cine, en especial para el género fantástico. Las carteleras anuncian el estreno de 2001: Odisea del espacio (2001: A Space Odissey) de Stanley Kubrick, El planeta de los simios (The Planet of the Apes) de Franklin J. Schaffner, El bebé de Rosemary (Rosemary´s Baby) de Roman Polanski, El héroe anda suelto (Targets) de Peter Bogdanovich y La hora del lobo (Vargitmmen) de Ingmar Bergman. Destacan también otras cintas como Romeo y Julieta (Romeo and Juliette) de Franco Zeffirelli y Donde las águilas se atreven (Where eagles dare) de Brian G. Hutton.
En medio de todos estos títulos inolvidables brilla con luz propia una modesta monster-movie, estrenada el 1 de octubre, que fue severamente criticada y relegada a exhibiciones en auto cinemas y salas universitarias. Sin embargo, con el paso del tiempo la cinta gana elogios entre la prensa especializada y los aficionados, convirtiéndose en un objeto de culto por su propuesta innovadora y por su velada lectura socio-política, convirtiéndose en un clásico del cine de horror y de la cinematografía universal, llegando incluso a integrarse a la colección permanente del Museo de Arte Moderno de Nueva York. El nombre de esa película es La noche de los muertos vivientes (Night of the Living Dead).
Para hablar de esta emblemática producción, es necesario remontarnos al origen de su principal artífice. George Andrew Romero nació el 4 de febrero de 1940 en el seno de un hogar católico del Bronx neoyorquino. Fue el único hijo de George Marino Romero, dibujante publicitario descendiente de españoles pero nacido en Cuba, y de Ann Dvorsky, norteamericana de origen de padres lituanos. El pequeño George ingresa a la escuela de la iglesia de Saint Helen, en donde la madre superiora advierte su afinidad natural con el arte (al finalizar las clases llenaba el pizarrón de dibujos) y se consagra a motivarlo. Su capacidad intelectual lo colocó por encima del resto de sus compañeros y lo llevó a adelantar un par de cursos. Desafortunadamente, al ser mas pequeño que sus condiscípulos, se convirtió en un chico solitario e introvertido. No hacía deportes, no asistía a las fiestas escolares y era el blanco constante de las burlas y abusos de los bribones del colegio.
El rígido catolicismo que le rodeaba en el hogar y el colegio lo convirtió en un niño lleno de temores que se acrecentaron con las noticias de los horrores de la Segunda Guerra Mundial. Por las noches tenia pesadillas recurrentes en donde su hogar era devastado por bombardeos de aviones enemigos.
Tal vez la forma de exorcizar estos miedos fue refugiándose en las páginas de las historietas de horror de EC Comics y en el cine, convirtiéndose en un gran aficionado de estas manifestaciones artísticas. Entre las películas que le cautivaron en esta época destacan The thing (Christian Niby, 1951), The Quiet man (John Ford, 1952) y On the waterfront (Elia Kazan, 1954). A la edad de 12 años el programa de televisión Million dollar movie transmitió la película Los cuentos de Hoffman (The tales of Hoffman, Michael Powell, 1951), misma que capturó su imaginación y creó una firme idea en su cabeza: convertirse en cineasta.
En la consecución de esta meta tuvo un papel importante Monnie Yudell, el tío adinerado del pequeño George que vivía en la zona residencial de Scarsdae. El y su esposa, hermana de la sra. Romero, no tenían hijos y volcaban todas sus atenciones en su sobrino, quien pasaba muchos veranos con ellos. Los Yudell fueron los primeros en su vecindario en poseer una cámara de 8 mm. y el futuro director de cine decidió aprovechar este privilegio para iniciar su carrera profesional.
Al cumplir 14 años Romero, con la colaboración de un grupo de amigos, fundó la Herald Pictures y se abocaron a la filmación de su primer proyecto The man from the meteor, una adaptación de The man from Planet X (1950) de Edgar Ulmer. En esta opera prima Romero no solo se encarga del guión y la dirección, sino que el mismo realiza los efectos especiales raspando el celuloide con una aguja para crear los rayos de energía del arma intergaláctica que destruía al personaje del título. En esta escena climática Romero se enfrenta a su primer problema legal: tras recibir la ilusoria descarga de rayos, lanzó un maniquí en llamas desde un tejado, alarmando a los vecinos y a unos agentes que patrullaban el lugar. Por fortuna el incidente no pasó a mayores e inició la preparación de su siguiente película, Gorilla, una aventura selvática. Con una aguda visión comercial, el joven Romero organizaba proyecciones en el sótano de la casa de sus tíos, a 10 centavos las entrada, con palomitas y dulces de venta en la entrada.
Al cumplir 16 años se gradúa en Saint Helen e ingresa en la Ivy League Suffield Academy de Connecticut. Ahí comienza a publicar sus dibujos en el periódico escolar y vende algunas ilustraciones para la revista británica Punch. Atendiendo su vocación cinematográfica, y por encargo de uno de sus profesores, realiza el documental sobre geología Earthbottom, mismo que le mereció el premio de la Futre Scientist of America, reconocimiento que hoy en dia es exhibido con orgullo en las paredes de la dirección de este recinto académico.
En el verano entre su primer y segundo año en la Suffield Academy, un amigo de ayuda a conseguir trabajo como asistente de producción en algunas películas. Entre ellas, y sin recibir crédito alguno, North by northwest (1959) de Alfred Hitchcock, experiencia que le decepciona profundamente por el mecanicismo del maestro del suspenso. También participa en It happened to Jane, una desabrida comedia romántica con Jack Lemmon y Doris Day que le hace despreciar el sistema de los grandes estudios.
Al abandonar Suffield ingresa al Instituto Tecnológico de Carnegie-Mellon en Pittsburgh, donde aprovechará al máximo sus clases de arte. Romero se enamora inmediatamente de la ciudad y entabla una gran amistad con su compañero Ruddy Ricci, quien le invita a compartir una habitación en casa de sus padres. Muy pronto Ricci lo introduce con su círculo de amistades: Russell Streiner, Ray Laine, su primo Richard Ricci y John Russo. Con este grupo de jóvenes creativos y de imaginación desbocada comienza a experimentar en radio y cine de 8 mm. En solitario, Romero ingresa al circuito teatral de Pittsburg realizando escenografías y decorados para diversas producciones. En una de ellas, The Connection, drama sobre la drogadicción escrito por Jack Gelber, se da el permiso de actuar.
Corría el año de 1962 y Romero se dedicó a disfrutar de la vida. Abandona sus estudios, duerme durante el dia y por las noches goza de los excesos del alcohol y la marihuana mientras escucha jazz en compañía de sus amigos. La única constante en ese momento de su existencia es la de realizar una película.
Con sus cómplices comienza a idear algunos proyectos y descubren que todo lo que necesitan para arrancar es dinero. Así viajan a Nueva York a visitar al tío Monnie en busca de financiamiento. De él obtienen cinco mil dólares, de los cuales destinan 3500 para comprar una cámara Bolex de 16 mm., tripié y reflectores. Forman la Ram Pictures e inician la producción de Exploitations, una serie de cortometrajes que plasmaban inquietudes individuales de los miembros del grupo; este proyecto nunca llegó a completarse.
Justo antes de acudir al llamado del ejército, Richard Ricci creó la Latent Image, situada en Carson Street, un barrio al sur de Pittsburgh. Dejó pagado el alquiler de seis meses y el grupo comenzó a fotografiar bebes para ganar algo de dinero. Al poco tiempo se integró al equipo Vince Survinski, dueño de una pista de patinaje en la localidad, y Latent Image comenzó a hacer encargos publicitarios.
El trabajo arduo y un préstamo monetario permitió a la compañía mudar sus oficinas al centro de la ciudad. Al correr 1964 hacían trabajos para empresas importantes como Heinz, la cervecera Duke y varias campañas políticas. Ganaron algunos premios del mundo publicitario, como la codiciada presea del New York International Film Festival, y cierto prestigio en el medio. Sin embargo la idea de hacer un largometraje se fortalecía cada vez más. Vino el primer intento fallido bajo el título de Whine of the fawn, una historia de viajes ambientada en la Inglaterra del siglo XV. Para este proyecto, Romero entrevistó para el papel protagónico a un chico de 15 años llamado Tom Savini, quien años mas tarde se convertiría en uno de sus más importantes colaboradores.
Tras rodar un comercial para una marca de detergente, en el que homenajeaban a la cinta Viaje fantástico (The Fantastic Voyage, 1966) de Richard Fleischer, ganaron suficiente dinero para comprar una cámara Arriflex de 35 mm., la pieza faltante para iniciar el tan anhelado proyecto.
Comenzaron las discusiones sobre el tema a desarrollar. Se consideraron posibilidades en todos los géneros pero finalmente convinieron hacer una monster-movie para percibir alguna ganancia. La idea para el guión surgió una noche de enero de 1967 mientras el grupo (Romero, Russo, los chicos Ricci, Laine, Streiner y Survinski) cenaba emparedados y cervezas en un restaurante de Pittsburg. John Russo recordó una historia corta que Romero había escrito unos años antes titulada Anubis, un relato inspirado en la novela emblemática Soy leyenda (1954) de Richard Matheson y que hacía una clara referencia a la deidad egipcia de los muertos. Con la idea sobre la mesa, los congregados resolvieron que solo necesitaban seis mil dólares para iniciar la producción; aportando cada uno 600 dólares de su bolsillo el monto no sería difícil de reunir. Fue así como convocaron a otros inversionistas: Gary Streiner (el hermano de Russell), Dave Clipper, Karl Hardman y Marilyn Eastman, estos dos últimos dueños del estudio de sonido Hardman associates, donde se mezclaría la banda sonora de la película. Esta cofradía se transformó en la compañía Image Ten, Inc. y de inmediato pusieron manos a la obra.
Mientras Russo trabajaba en un primer guión titulado Nigth of Anubis, el equipo se abocó a buscar locaciones en la ciudad y sus alrededores. Su búsqueda los llevo a los suburbios de Pittsburgh, a una localidad llamada Evans City, donde alquilaron una vieja granja a un costo de 300 dólares mensuales. Survinsky, Russo y Streiner comenzaron a realizar las modificaciones que la casona requería para la película, empleando poco más de dos meses. Mientras tanto, el resto del grupo reparaban 25 maniquíes que compraron en un remate y que permitirían acrecentar el numero de muertos andantes en ciertas escenas. Adicionalmente reclutaron a varios extras entre los vecinos del lugar y el mismísimo equipo del producción. Las explosiones y los efectos de pirotecnia correrían a cargo de Regis Survinski (hermano de Vince) y de Tony Pantanello, dúo a quien Romero recuerda como un par de locos que manipulaban explosivos mientras fumaban.
Un nuevo guión titulado The Nigth of the Flesh Eaters estaba listo y el elenco, del que hablare adelante, había sido seleccionado. Muchos miembros del equipo realizaban labores de producción e interpretaban algún personaje incidental (por ejemplo Bill Hinzman, quien era el técnico de iluminación, encarnó al primer zombi; John Russo interpreta a otro cadáver animado, mientras el propio Romero actúa como reportero en la secuencia de Washington). Solo faltaba designar quien dirigiría la cinta. Romero propuso esta tarea a Hardman, quien declinó por su falta de experiencia y porque desempeñaría un papel importante en la cinta, el del padre de familia Harry Cooper. Fue John Russo quien pidió a Romero que tomara el timón del proyecto y de inmediato aceptó.
El rodaje inició los primeros días de junio de 1967, prolongándose casi cinco meses con treinta días efectivos de trabajo (principalmente los fines de semana) pues el equipo de producción debía alternar esto con sus actividades profesionales. En ocasiones las jornadas se extendían a 24 horas. Las secuencias en exteriores se rodaban por la noche, mientras la acción en interior se filmaba durante el día cubriendo las ventanas de la casa con cartulina negra. El estudio de Hardman associates se transformó en la redacción del noticiero que es transmitido en la cinta, mientras el sótano de la Latent Image hizo las veces del de la granja.
En los últimos días de noviembre se filmó las escena inicial en el cementerio, emprendiendo de inmediato la post producción. Este proceso llevó varios meses debido a la elección de la banda sonora. Después de explorar múltiples posibilidades con todo tipo de instrumentos, Hardman decidió utilizar un viejo archivo musical, Capitol Hi-Q, que incluía diversos temas musicales de películas de ciencia ficción de los cincuenta. Se realizó una edición preliminar en 16 mm. y en marzo de 1968 se llevó a cabo una exhibición privada para el equipo y los inversionistas, quienes encantados con el resultado ofrecieron mas fondos para los gastos finales. Romero, Russo y Streiner acudieron a Jack Napor, presidente de WRS Motion Library, para realizar una copia en 35 mm. e iniciar la búsqueda de un distribuidor. Después de tomarse unas copas, Streiner retó a Napor a una partida de ajedrez y realizaron una apuesta: si él perdía la copia sería gratis, si Napor ganaba pagarían el doble del costo. Finalmente triunfó Streiner y Latent Image se ahorró dos mil dólares. El costo final de la película ascendió a 114,000 dólares.
Con la flamante copia de Nigth of the Flesh Eaters Romero y Streiner viajaron a Nueva York en busca de un distribuidor. La misma noche de su viaje se toparon con el primer obstáculo de su misión: Martin Luther King había sido asesinado, trágico suceso que seria inevitablemente relacionado con la escena final de la película. Pero no fue por esta coincidencia que la cinta era rechazada a quienes la ofrecían. Columbia la desechó por ser filmada en blanco y negro, mientras AIP detestó el final pesimista y exigieron se cambiara por uno mas alentador. Cansados de tocar puertas contrataron a un agente llamado Budd Rogers, veterano de la distribución de películas, que al instante consiguió cinco ofertas a Image Ten.
Después de varias semanas de negociación eligieron a Continental Pictures, filial de Walter Reade Organization, compañía que decidió cambiar el título por Nigth of the Living Dead por considerarlo más explícito y por su riesgosa similitud con el de la cinta The Flesh Eaters (1964) de Jack Curtis. Image Ten vertió todos sus esfuerzos en la promoción de su primera película. Realizaron anuncios para radio, prensa y televisión, además de un trailer preventivo para ser exhibido en las salas de cine. Publicaron incluso un desplegado en los diarios, en el más fiel estilo de William Castle, en el que aseguraban a los espectadores por 50 mil dólares en caso de sufrir un ataque cardiaco durante la proyección.
Finalmente, La noche de los muertos vivientes fue estrenada la noche del martes 1 de octubre de 1968 en un cine de Pittsburgh, en una premiere privada, y el día siguiente en el resto de los cines de Norteamérica. Romero y sus amigos estaban emocionados con la respuesta de público y con los ingresos de taquilla que superaron todas sus expectativas.

¿Qué es lo que convierte a esta cinta en uno de los mejores representantes de su género?
En primer término la inteligencia y economía de su factura. Los realizadores supieron aprovechar su magro presupuesto obteniendo el máximo resultado. La decisión de rodarla en blanco y negro obedeció a limitaciones monetarias y no a una intención artística, ofreciendo un aire documental a la historia, colmándola de sombras opresivas y contrastes inquietantes que capturan la ansiedad y desesperación de los protagonistas.
En segundo lugar el haber sido filmada en el ocaso de una década turbulenta en la que confluyeron movimientos culturales radicales, guerras, conflictos raciales y otros trágicos eventos. La película es a la vez una radiografía de la decadencia de la sociedad norteamericana y un relato de paranoia, irracionalidad humana, desintegración familiar y vacío existencial.
La obra más memorable de George Romero se convirtió en la consagración de un auténtico subgénero del cine de horror que redefinió su técnica narrativa e inspiró secuelas, incontables imitaciones –entre las que brillan las manufacturadas en Italia-, parodias e incluso un respetuoso remake.
A diferencia de mitos como Drácula o Frankenstein, el zombi adolece de un referente literario canónico, otra razón que convierte a la cinta en una obra fundamental. A ella lo muertos reanimados deben su fama y estatus cinematográfico. Más allá de esto, es Romero el responsable de articular la imagen moderna del zombi, una de las criaturas más inquietantes del imaginario colectivo, símbolo de algunos de los temores más perturbadores del hombre: la pérdida de la identidad, el intelecto, el alma y los sentimientos, la alineación, el terror de las masas.
La premisa de La noche de los muertos vivientes permanece especialmente vigente en estos días en que el hombre está inmerso en un creciente proceso de deshumanización. La violencia instintiva y sin sentido forma parte de nuestra cotidianeidad, nos rodea y devora a plena luz del día, sin advertencia previa. Borja Crespo, en el estudio que dedica a la película, recupera las palabras finales del respetuoso remake dirigido en 1990 por Tom Savini, mismas que pueden servirnos para finalizar:
Ellos son nosotros y nosotros somos ellos.
Bibliografía
  1. Becerril, Sandra (comp.) Amor al terror. Ediciones Shamra, México. 2007.
  2. Brooks, Max. The Zombie Survival Guide. Three Rivers Press, Estados Unidos. 2003.
  3. Crespo, Borja. La noche de los muertos vivientes, el infierno que camina. Midons editores, Valencia. 1998.
  4. Gubern, Román. Las raíces del miedo. Antropología del cine de horror. Tusquets, Barcelona. 1979.
  5. Jones, Stephen. Clive Barker´s A-Z of horror. Harper Prism, Nueva York. 1996.
  6. Lardín, Rubén. Las diez caras del miedo. Midons editores, Valencia. 1996.
  7. Palacios, Jesús. Planeta zombi. Midons editores, Valencia. 1996.
  8. Skaal, David J. The monster show. A cultural history of horror. Faber and Faber, Nueva York. 1993.
  9. Valencia, Manuel. Guillot, Eduardo. Sangre, sudor y vísceras. Historia del cine Gore. Ediciones La Máscara, Valencia. 1996.

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