sábado, 21 de noviembre de 2009

Humor y fantasmas.

El autor victoriano que irrumpió con mayor irreverencia en la tradición fantasmal es Oscar Wilde con su popular relato El fantasma de Canterville.
La historia es una mezcla de humor y una crítica al escepticismo de la época, representado en la familia norteamericana que no teme al fantasma de Sir Simon de Canterville, quien durante años ha asolado la aristocrática mansión que acaban de adquirir, aún cuando están enterados que ha causado la muerte de incontables y desafortunados huéspedes.
A pesar de la tenebrosa estampa del espectro, entablan diálogo con él. Los maliciosos gemelos le hacen bromas y toda clase de travesuras. Pero más allá de las situaciones humorísticas y espeluznantes, Wilde exhibe el lado otrora humano del fantasma, una vida solitaria que solo Virginia, la hija de la familia, es capaz de descubrir.
Wilde toma a la familia de mister Hiram B. Otis, primer ministro de América y digno representante de esta pujante nación, orgullosa de sus avances tecnológicos y su falta de respeto por el pasado, para mofarse de las convenciones del Ghost story y los temores ancestrales de Inglaterra. En el proceso obtiene un relato ejemplar en su construcción y a la vez respetuoso de las narraciones espectrales. La parte donde Washington Otis, hijo mayor del matrimonio, borra una sobrenatural mancha de sangre con un moderno líquido limpiador o cuando el ministro sugiere al fantasma engrasar sus cadenas con un producto orgullosamente manufacturado en Estados Unidos, son simplemente soberbias por hilarantes.

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