lunes, 7 de diciembre de 2009

Memoria vampírica

El pasado 20 de noviembre el diario Reforma publicó una sección especial en su suplemento Primera Fila con motivo del estreno de Luna nueva, la secuela del fenómeno Crepúsculo. Una de las personas tras la idea de vindicar al vampiro fue Mario Abner Colina, quien platicó con numerosos conocedores del tema y amablemente compartió conmigo -y ustedes- su exhaustiva investigación. Vale mucho la pena. Hela aquí.


Son leyenda
Mario Abner Colina

"¡Bienvenido a mi casa! ¡Entre libremente y por su propia voluntad", invitó el Conde Drácula a Jonathan Harker.
Atemorizado, el joven notario inglés traspasó el umbral del oscuro castillo transilvánico en Drácula, la novela de Bram Stoker. Y como él, millones de lectores, temerosos y excitados, por propia voluntad, han aceptado y siguen aceptando la tenebrosa invitación que los vampiros literarios les hacen. ¿Pero por qué?
"El vampiro transmite la idea de la juventud eterna, de la no corrupción de la carne, salir de cacería, y de, básicamente, pasarla bien de noche. Eso resulta atractivo más allá de las épocas y más allá de la literatura", señala el crítico y escritor argentino Rodrigo Fresán.
Inmortal más allá de todo rayo de sol, crucifico, estaca o agua bendita con que se le combata, el vampiro hizo su aparición en el folclor de distintas civilizaciones europeas, asiáticas y americanas, gracias a mitos como el de lilith, los súcubos o las lamias.
Su poder, incluso, logró hacerse de un espacio en mentes como Voltaire, Rousseau, o el benedictino Dom Augustine Calmet, quien aventuró un tratado sobre los vampiros. ¿Meras superticiones?
"Los vampiros existen para quienes creemos en ellos", señala Vicente Quirarte, autor del ensayo de culto Sintaxis del vampiro. "El vampiro se alimenta de nuestra imaginación y nosotros de su mito poderoso y creciente".
El siglo 19 fue el siglo del estallido de la sed vampírica. Primero con poemas como El gaiour (1813) de Lord Byron, y después, en prosa, con El vampiro (1819) de John William Polidori, asistente a la legendaria reunión de escritores en Villa Diodati, donde también nacieron seres como Frankenstein, de Mary Shelley.
"Con Polidori el vampiro adquiere el aire de seductor. Fríos ojos grises, fascinante, terrible", apunta el especialista en literatura de horror Roberto Coria.
Varney, el vampiro (1845-1847), atribuido a James Malcolm Rymer, inauguró la imagen del vampiro introduciéndose en la habitación de la doncella. Y el erótico Carmilla (1872), de Joseph Sheridan Le Fanu, hizo de una mujer, por vez primera, la asesina sedienta de sangre.
Pero apenas eran bosquejos del terror. A punto de que muriera el siglo 19, fue un irlandés de nombre Bram Stoker quien dio vida al punto de referencia para siempre, Drácula (1897).
Argumentaciones científicas, trama ubicada en fechas contemporáneas, e inspiración en el personaje histórico real Vlad Tepes, fueron algunos de los elementos que hicieron del libro, aún hoy, el más imitado y el más admirado.
"Es una novela reflexiva, con voces cruzadas. Además, en Drácula el Conde aparece muy poco. Es el mal presente siempre ausente. No sé si fue una idea meditada de Stoker o una genialidad casual", se pregunta Fresán.
No obstante, a pesar de su éxito, la capa del Conde no podía cubrirlo todo, y en el siglo 20, los vampiros comenzaron a mutar. En los 20, H.P. Lovecraft revitalizó al no muerto con relatos como "La casa maldita", con un monstruo que se alimenta de energía. Otro norteamericano, Fritz R. Leiber, crea en "La chica de los ojos hambrientos" (1949) una vampiresa de hermosura indescriptible que absorbe recuerdos de sus víctimas.
Sin embargo, una de las más grandes vueltas de tuerca del género llega en 1954 con Soy leyenda. La novela de Richard Matheson propone un mundo donde una plaga ha convertido a todos en vampiros —que no necesariamente temen a la cruz—, y hay un único sobreviviente humano.
"El mensaje es muy interesante. Neville, el protagonista, es el único humano en un mundo de vampiros. Entonces, es el anormal. Es el monstruo", comenta Coria, autor de la pieza teatral El hombre que fue Drácula.
Los 70 fueron un caldo de cultivo para obras de potencia. Con el libro La voz de Drácula (1975) de Fred Saberhagen, Drácula tuvo su revancha: el Conde hace una apología de los eventos de la novela de Stoker y despotrica contra quienes lo combatían.
El joven Stephen King, por su parte, luego de hacer sudar de miedo a todo Estados Unidos con Carrie, propuso en Salem's Lot (1975) una historia de vampiros de aires stokerianos en que Barlow, un tenebroso ser, invadía un pequeño pueblo de la Costa Este.
"A algunos les molesta que Stephen King sea un bestseller, pero este libro es maestro, una gran pesadilla sin concesiones", dice el escritor Bernardo Ruiz, autor de Antes y después de Drácula.
Una escritora de Nueva Orleans, firmando como Anne Rice, publicó en 1976 Entrevista con el vampiro, una irreverente historia de la vida privada y la psicología de los vampiros, con elementos sexuales y homoeróticos.
"Anne Rice dice que Lestat lleva el signo de la cruz en el cofre de su auto. Sus vampiros adaptan su esencia a cada época para conservar su casi omnipotencia", anota Coria.
Con novelas como El tapiz del vampiro (1980) de Suzy McKee Charnas, sobre un vampiro hecho pasar en la sociedad como un brillante antropólogo, El ansia (1981) de Whitley Striber, con una tesis que plantea que los vampiros son una especie paralela al humano con anomalías en la sangre, sagas como Necroscopio (1986) de Brian Lumley, sobre un necromante al servicio del Imperio británico que combate vampiros, o la trilogía iniciada con El año de Drácula (1992) de Kim Newman, donde un Drácula victorioso es príncipe consorte de la Reina Victoria y ha vampirizado Inglaterra, finaliza el siglo 20. Y con pocas obras a destacar, según algunos.
"El siglo 20 es abundante en el tema, pero es redundante. ¿Qué le da una nueva fuerza al mito?", se pregunta Ruiz.
En 2003, luego de esconderse brevemente en sus ataúdes, salieron a la luz. Charlaine Harris planteó comedia con Southern Vampire Mysteries, donde los vampiros conviven con los humanos y beben sangre artificial.
Déjame entrar, del sueco John Ajvide Lindqvist, cimbró en 2004 los países nórdicos con Eli, una niña vampira de 200 años que se relaciona con un adolescente de 12 objeto de burlas en un suburbio de Estocolmo.
Pero el verdadero boom estaba por llegar. Un año después, en 2005, mientras Elizabeth Kostova y La historiadora buscaban la verdad detrás de Vlad Tepes, Crepúsculo de Stephanie Meyer, una narradora que aseguraba tener miedo de leer Drácula, apasionó a millones con Bella, una chica que se enamora de Edward, miembro de una familia de vampiros que no caza humanos.
Con una mezcla de elementos de Shakespeare o Jane Austen, Meyer, en clave vampírica, planteó temas como el despertar sexual a una audiencia que había crecido leyendo las aventuras de Harry Potter y necesitaba un objeto de deseo acorde a su edad: chupadores de sangre hermosos.
La trama se convirtió en una tetralogía que vendió 70 millones de ejemplares. ¿El resultado? Libros de vampiros para adolescentes por todas partes. Vampirismo literario más que literatura de vampiros, considera Fresán.
"Quizás vivamos una edad de oro vampírica porque están de moda, pero por calidad me parece más bien una edad de plomo".
Avivados por el fenómeno, este 2009 y en tiempos de influenza, Guillermo del Toro y Chuck Hogan publicaron Nocturna, un relato que rechaza la idea romántica de los vampiros: son enfermos, horribles, y muy, muy virales.
Y, recientemente, un sobrino bisnieto de Bram Stoker, Dacre, junto con el especialista Ian Holt, revivieron a Drácula con una secuela autorizada por la familia del escritor irlandés: Drácula, el no muerto.
Los puristas ponen el grito en el cielo, mientras que las nuevas generaciones, con la emoción de la primera mordida, hacen suyo el mito sin ver demasiado hacia atrás. Pero sin importar quién tenga razón, es el vampiro el que triunfa. Ha caído la noche y los colmillos asoman, sentencia Vicente Quirarte.
"Aunque el resultado sea malo, todo texto añade un elemento por mínimo que sea. El vampiro confirma su inmortalidad".

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