martes, 23 de marzo de 2010

Dexter regresa

Mañana la televisión de paga estrena –muy tardíamente- la tercera temporada de la popular serie “Dexter”.
El caso de Dexter Morgan (Michael C. Hall), hematólogo forense y asesino serial de medio tiempo, es interesante pues nos invita a reflexionar sobre las razones que nos llevan a admirar a quien en esencia es un criminal. Esta fascinación no es algo nuevo. El lector de la serie que sigue en las andanzas del psiquiatra Hannibal Lecter, también asesino serial, gourmet consumado, pináculo del refinamiento, desea –hacia el desenlace de su tercera aventura- que el malo –o antihéroe- se salga con la suya. Y lo logra. Hannibal, como Dexter, se trastoca en una suerte de salvaguarda del hombre civilizado, en el último bastión de un sistema de justicia que no siempre penaliza el mal. Hannibal victimiza a pederastas, policías corruptos y demás. Dexter a homicidas e infractores que burlan al sistema judicial. Es un asesino serial de asesinos. Pone al servicio de una forma radical de justicia su talento y avanzados conocimientos en ciencias forenses. ¿Es correcto lo que hace? En absoluto. Pero él, que se mueve en la clandestinidad, está más allá de las leyes –jurídicas, morales, éticas, religiosas- y puede administrar –con abrumadora certeza- la última pena a quienes violan o matan impunemente. Y esa pena es la muerte, no como venganza, sino como el seguro de que esos delincuentes no volverán a lastimar a nadie.
Frederic Nietzsche nos advirtió que “el que lucha con monstruos corre el riesgo de convertirse en uno”. Dexter está conciente de su naturaleza y convencido de la validez de su cruzada, no mira al abismo en espera que le devuelva la mirada. Es el abismo.
El desenlace de su segunda temporada, que se acerca mucho a una tragedia griega –su padre adoptivo, el policía condecorado Harry Morgan, conciente de la naturaleza depredadora del joven Dexter, se suicida al contemplar la dimensión del monstruo que trató de domesticar-, el ajuste de cuentas con la pirómana británica Lila y su lucha por insertarse a la sociedad –con la “máscara de sanidad” de la que hablan muchos autores- nos invitan a seguir de cerca sus aventuras. Porque todos hemos deseado matar a alguien, sea a una pareja infiel, al tirano que dirige nuestro centro de trabajo o al maestro que exige dádivas a cambio de calificaciones aprobatorias. No nos atrevemos por los valores que aprendimos y el temor a las consecuencias. Dexter no se rige así. Por eso es tan atractivo.
En complemento pueden escuchar el programa 131 de Testigos del Crimen. A propósito de la locura.

2 comentarios:

  1. Personalmente me encanta la serie, en muy cierta parte, por aquella fascinación que desde siempre ejercen los monstruos sobre mi adormecida cabeza.

    Dexter es como el Robin Hood de los serial killers... es casi como la antitesis de un serial killer... es el antivillano y a la vez el anti heroe...

    Sin duda un argumento bastante complejo, pero eso es precisamente lo atractivo.

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  2. Yo ya la vi y no me gustó mucho esta temporada pero el final esta cañón la historia dará un giro muy interesante para la cuarta.

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