jueves, 23 de septiembre de 2010

¡Es el latido de su horrible corazón!

Una pausa en las celebraciones que valen la pena de mi México lindo y querido.  Llevar un cuento a la pantalla grande es una empresa difícil. Prolongar los acontecimientos que ocurren en él para adaptarse a la duración de un largometraje puede mermar su contundencia. Es por ello que muchos autores, como H. P. Lovecraft, Edgar Allan Poe o Clive Barker, funcionan mejor en la página impresa, el cortometraje o el esquema televisivo, pues sus historias apuestan por la brevedad y el efecto. Caso aparte es la película Corazón delator (Tell tale, Michael Cuesta, 2009), que se estrenará mañana en el país. Se ha publicitado como una adaptacióndel memorable cuento de Poe, el cual inspiró ya la estupenda animación de Ted Parmelee (1953) –que presentaba la doblemente estupenda narración de James Mason- y la venidera cinta en stop motion (2010) de Michael Swertfager. Tras ver la cinta de Cuesta puedo calificarla más bien como un respetuoso homenaje al genio del escritor maldito, pues el dilema que planteó en el relato está presente en el guión de Dave Callaham, así como en numerosos guiños –la ciudad donde transcurre la intriga, esos pichones que semejan cuervos, la fecha de ese ejemplar de periódico o la frase climática de la narración- que el entusiasta de Poe agradecerá. La historia sigue el descenso a la oscuridad de Terry Bernard (Josh Lucas), padre soltero de una niña con una alteración genética (Beatrice Miller) y flamante novio de una bella doctora (Lena Headey, la Reina Gorgo de 300) que recibe un trasplante de corazón de una persona que murió violentamente. Su aparente felicidad es interrumpida súbitamente, cuando comienzan a asaltarlo visiones auditivas y sonoras del asesinato del donante. Esto lo lleva, contra su voluntad, a buscar y matar a los autores del crimen. Es asediado entonces por el detective Van Doren (el siempre eficiente Brian Cox), que investigó el homicidio del donante, quien tiene motivos más que profesionales para interesarse en el caso. Corazón delator cuenta con el aval de los hermanos Scott, a quienes debemos películas indispensables como Alien (Ridley Scott, 1979) o El ansia (Tony Scott, 1983). La fotografía de Terry Stacey, plena de grises y sepias, le otorga a la cinta un aspecto inquietante, como la conjura que subyace en la trama.
Y un comentario final. Como estudioso del género horrorífico, nunca dejaron de llamarme la atención diversos testimonios bibliográficos de personas afectadas durante las funciones de Drácula o Frankenstein en 1931. De hecho, como estrategia mercadológica, los exhibidores apostaban ambulancias en los accesos de los teatros para atender crisis nerviosas o desmayos causados por la película. Con la evolución del lenguaje cinematográfico, y gracias a nuestra cotidiana convivencia con la el horror y la sangre, pensaba que se trataban de exageraciones. Pero durante la función de Corazón delator, en la semi oscuridad, pude observar cómo un joven se esmeraba en sacar discretamente de la sala a su inconsciente acompañante, víctima de un desvanecimiento durante una de sus escenas más violentas. Esto fue sin duda un premio –para mí- y tal vez la mejor recomendación de una película disfrutable, si tienes espíritu intrépido y estómago blindado contra emociones fuertes.

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