jueves, 30 de septiembre de 2010

La cosecha de infamias nunca se acaba

En ocasiones previas hice un par dedicadas al cine de vampiros en México. Hoy, en el ocaso del mes del bicentenario, hago una adición a la segunda parte de mis textos, la dedicada a las infamias. Y es que toda figura del cine de horror, como el vampiro, vive con el riesgo latente de ser denigrado en aras de lucrar con su popularidad. Añado un ejemplo más, gracias a mi espíritu intrépido: la película Drácula mascafierro (Víctor Manuel "el Güero" Castro, 2002). Su premisa, insultante por sí misma, implica la persecución de un linaje de vampiros encabezado por Roberto “Flaco” Guzmán (quien ya interpretó a un vampiro la terrible Curados de espatos, que reseñé previamente) quienes transforman en homosexuales a las victimas de su mordida. Los valientes cazadores de monstruos (Gary Rivas y Jorge Aldama) , patéticos “machos” mexicanos, huyen de esta posibilidad como de la peste. Confieso, por salud mental, que sólo soporté 15 minutos de su metraje. El guión del propio Castro, adalid del cine de albures de los años ochenta, carece de la menor pizca de gracia, buen gusto e inteligencia. Lo prueban la insultante escena donde una celulítica devota del vampiro mayor pretende realizarle una felación, ese pene de plástico o los diálogos absurdos entre los heroicos e ignorantes protagonistas. Por favor, cuando la vean anunciada en la televisión de paga, evítenla.

2 comentarios:

  1. ¡Me asusto mucho!
    Pensar que ese tipo de cintas mantuvieron a flote la industria en los 8o's y 90's

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  2. Eso es verdadero horror. Vean a lo que debo exponerme como estudioso de la figura del vampiro. Ese sí es un deporte de alto riesgo. Gracias Analú.

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