viernes, 22 de julio de 2011

Los muertos caminan.

En los momentos finales de Resident evil, el huésped maldito (Paul W. S. Anderson, 2002), adaptación –muy libre- del popular videojuego de Capcom, la aguerrida Alice (Milla Jovovich) despierta, repleta de sondas, en un hospital desierto. Tras liberarse de las canalizaciones y tomar una bata, sale a la calle –igualmente desierta- y contempla los vestigios del Apocalipsis. En un kiosco de periódicos vacío, se lee un encabezado fatalista que nos comunica lo que pasó y a lo que tendrá que enfrentarse la heroína: “Los muertos caminan”.
Hace unas semanas tomé café con Jesús Esquivel y Karla Cortés, entusiastas del género horrífico, que me anticiparon algo similar: ellos organizan, junto con otros apasionados, la llamada Zombie Walk de Querétaro. Como bien advierte Jesús, este esfuerzo no es algo nuevo. Inició en otras latitudes, ha tenido eco en las principales ciudades del mundo y cada vez goza de más adeptos. Para muchos peatones sus participantes son individuos ociosos, exhibicionistas, que les gusta cubrirse la cara de maquillaje, caminar raro y emitir gemidos ininteligibles. Yo, como sus organizadores, creo que hay algo más en el fondo. Los zombis no son sólo unos de los personajes más atractivos del género, sino han tenido una exposición masiva en los medios de comunicación en los últimos tiempos. Cobraron especial relevancia en la era de las enfermedades infectocontagiosas y las grandes epidemias. Televisoras serias y acreditadas, como el History Channel y el Discovery Channel, les han dedicado programas que los estudian desde diversas perspectivas. Los zombis nos hablan de la deshumanización de los habitantes de los grandes núcleos urbanos, de la voracidad de la sociedad de consumo. En más de una ocasión he manifestado que, entre los más populares monstruos de la ficción, son los que más me asustan. Simbolizan la pérdida de la identidad, el intelecto, el alma. Convertirse en zombi es volverse “uno del montón”. Ese es precisamente uno de los rasgos que los hacen aterradores. Son semejantes a una turba de linchamiento, iracunda, irracional. “No somos machos pero somos muchos”, se dice popularmente.
En el enorme panorama de injusticias que domina en el país, en medio de tantas causas que ameritan que la sociedad civil manifieste su inconformidad, las “marchas zombis” parecen superficiales e insignificantes. Sin embargo debemos leerlas como un recordatorio de cuán importante es aferrarnos a los aspectos que nos definen como seres humanos, sobre todo en un momento histórico dominado por la insensibilidad, la irracionalidad y la violencia.
La Zombie Walk de Querétaro de 2011 se llevará a cabo el próximo sábado 30 de julio a las 17:00 horas, con inicio a las afueras del Centro Cultural Manuel Gómez Morín y recorrerá las calles del Centro de esa ciudad. Desafortunadamente la distancia me impide formar parte activa del contingente, pero desde mi trinchera les deseo el mayor de los éxitos y estoy seguro que se unirán a la causa muchas personas más que el año anterior. Todos corremos el riesgo de ser zombis. En el interior de cada uno de nosotros yace uno, en espera de devorar al otro. Tratar de domesticar a un zombi no es sencillo y trae consecuencias nefastas para el que lo intenta, como bien nos demostró George A. Romero en El día de los muertos (1985), parte de la saga fundacional del subgénero (porque el de zombis es un subgénero del cine de horror). Los zombis, a diferencia nuestra, no poseen libre albedrío. Así que a marchar.

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