miércoles, 15 de diciembre de 2010

Uno de los peores miedos

Ser enterrado vivo es, sin ningún género de duda, el más terrorífico extremo que jamás haya caído en suerte a un simple mortal. –El entierro prematuro. Edgar Allan Poe

En mis experiencias recientes dentro del enorme aparato que realiza resonancias magnéticas de mi cráneo, introducido en un reducido espacio en donde mi movilidad se limita, combato el tedio al recordar el cuento El entierro prematuro (1844) de Edgar Allan Poe. ¿Masoquismo? Tal vez. Me recuerda que esta preocupación es una de las más grandes del ser humano, desde tiempos ancestrales. Cuado preparé mis primeras clases sobre vampirismo, descubrí la costumbre de los siglos XVII y XIX, que consistía en la manufactura de ingeniosos ataúdes con un ducto para suministrar oxígeno al interior del mismo y una campana conectada al exterior, en el caso de que el ocupante no esté realmente muerto y pueda pedir auxilio. La historia de Poe documenta muchos casos de este tipo aunque, como sucede a menudo, muchos son magnificados por la supertstición, la ignorancia y el rumor. En nuestros días persiste la creencia de que el memorable comediante Joaquín Pardavé no estaba muerto cuando fue inhumado. Esto fue descubierto, presuntamente, cuando sus restos fueron trasladados a otra locación y se encontraron arañazos en el forro del ataúd, seña inequívoca de que el hombre aún vivía. Una querida amiga y alumna, empleada del Panteón Jardín de esta ciudad, lugar donde reposa el actor, me desmintió esto. Pero la creencia popular pervive.
Recordé todo lo anterior el otro día que vi uno de mis grandes pendientes, la película española Sepultado (Buried, 2010, Rodrigo Cortés). De ella conocía la trama a través de todo lo que leí en los periódicos y el Internet, y dudaba cómo el director podría sustentar una cinta de 90 minutos con un actor confinado en un espacio cerrado y sin las posibilidades del flashback –que permitiría al protagonista rememorar mejores tiempos y aliviar la sensación de encierro en el público- o de escenas paralelas realizadas en otra locación. Y ese es su primer acierto. El joven histrión Ryan Reynolds –egresado de la televisión y futura encarnación del héroe de cómics Linterna Verde- logra transmitir el miedo, la angustia, la desesperación y la impotencia que tendría una persona en esas circunstacias. Con una eficaz fotografía que emplea solamente la luz de la pantalla de un teléfono celular, un encendedor y lámparas de emergencia –de esas que se usan en campismo o espeleología-, somos partícipes del drama del protagonista y deseamos, tanto como él, salir del cine, estirar los brazos y respirar aire fresco. El resultado final es de sobra satisfactorio. Una experiencia de la que los claustrofóbicos deben abstenerse.

1 comentario:

  1. Yo tenía mis dudas sobre ésta película, pero después de leer tu reseña voy a correr a verla. Gracias!!

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