Casi acaba el mes patrio. Antes de que eso ocurra debo platicar de una de las aportaciones, en el terreno de las letras mexicanas, más relevantes de este año. Se trata de la novela Hielo negro de mi buen amigo Bernardo Fernández Bef, compañero de muchas batallas y hombre con el que comparto muchas pasiones (la literatura, los cómics, la ciencia ficción, el cine de horror). Él me invitó a presentar el libro el pasado domingo en la Feria del Libro de Reforma. Fue especialmente significativo que nos encontráramos casi al pie del Ángel de la Independencia , porque leer –sea cual sea el tema que nos encante- nos hace libres.
“El bien no hace gran literatura”, afirma mi querido Vicente Quirarte. Lo compruebo cada mañana que las noticias me recuerdan hechos lamentablemente cotidianos como las ejecuciones en el norte del país, las decapitaciones, los entierros clandestinos, la corrupción en todos los niveles y, sobre todo, el narcotráfico. Precisamente en este submundo (que ya no es tan subterráneo) se sitúa la historia de Bef. El tema no ha sido indiferente para el quehacer artístico nacional, como demuestra la narrativa de Elmer Mendoza o el teatro de mi querido Alejandro Almazán. El mismo Bef ya lo había explorado en Tiempo de alacranes (Joaquín Mortiz, 2005), obra que no sólo obtuvo el reconocimiento del público, sino el Premio Nacional de Novela Otra vuelta de tuerca –convocado por el Instituto Queretano de Cultura y CONACULTA- y el Premio Memorial Silverio Cañada a Mejor Primera Novela Policíaca de la Semana Negra de Gijón en el 2006. Y ahora Hielo negro le valió el Primer Premio de Novela Grijalbo. Los tres premios son más que merecidos.
Desde sus primeros momentos –el asalto de un comando armado disfrazado de gorilas a una farmacéutica- el relato, muy cercano al cómic, al realismo mágico y a las películas de Robert Rodríguez, atrapa sin tregua al lector. Narra el choque de dos trenes a toda velocidad. Por una parte, en la cara luminosa de la moneda, se encuentra Andrea Mijangos, una ruda agente de la Policía Judicial capitalina. Ella es una mujer enorme, de facciones bellas, que anda en una motocicleta –en solitario, como todo gran héroe- y es muy mal hablada. En el otro extremo está Elizabeth “Lizzy” Zubiaga, líder del ficticio Cártel de Constanza, mujer atractiva –toda una femme fatale-, con aspiraciones artísticas y extremadamente peligrosa. Ella busca desarrollar el Hielo negro del título, el “Santo Grial de las anfetaminas”. Básicamente es una historia de venganza, ese “platillo que sabe mejor frío”, como decían los Klingon. En el proceso Bef –porque hizo su tarea- retrata lo mejor y lo peor de la Procuraduría de Justicia de la capital del país –y en general de las instituciones dedicadas a la impartición de justicia del país-, con sus deficiencias, sus vicios, su corrupción indignante, su lenguaje florido, pero sobre todo con la auténtica capacidad, honradez y vocación de muchos de sus elementos –que por fortuna los habemos-.
En el relato brillan personajes que se encuentran a la altura de los más destacables de El complot Mongol de Rafael Bernal, o a los que nos presenta Paco Ignacio Taibo II en la saga de Héctor Belascoarán Shayne: El Járcor, el compañero –o “pareja”- de Andrea; el Bwana, peligroso sicario y, mi favorito, El Médico, químico en jefe del Cártel de Constanza, auténtico sociópata que viste traje negro y usa sombrilla y bombín.
En víspera de la presentación leí una crítica que apareció en la Revista Letras Libres, injusta y severa, a diversos aspectos de la obra. Precisamente ellos, antes de recibir cualquier influencia, fueron los que me hicieron disfrutarla: la alternancia de las voces narrativas, su lenguaje desenfadado y que escuchamos todos los días o ese capítulo –el cuarto- que reproduce –fielmente- el frenesí de un adicto bajo los efectos de estimulantes del sistema nervioso central. Cuando dije que Bef hizo su tarea, lo hizo muy bien a este respecto.
Y remataré con aspectos personales, si atendemos a la máxima de que toda obra de arte posee un carácter autobiográfico. El hermano de Andrea es dibujante de cómics, como el mismo Bef, y es admirador de Linterna Verde, Batman y el Hombre Araña –como Bef-. Su fascinación por la cultura pop es evidente, como su afición por las novelas de Stephen King y piezas musicales que marcaron a muchos, desde Miguel Bosé y Joaquín Sabina a Metallica, Ministry y Tom Waits.
Sólo puedo concluir con mi más grande enhorabuena a Bef en espera que muchas personas comprueben cuanto he dicho y, sobre todo, que llegue pronto su próxima novela. Porque su mejor trabajo, estoy seguro, aún no ha sido publicado.
Hola Roberto, No consideras que era pertinente una viñeta e informarnos de este evento, para poder disfrutar de ambos en vivo, BEF en su blog tampoco lo menciono, Saludos.
ResponderEliminarTienes razón, mi estimado Anónimo. Cochinas prisas. Prometo informar en este medio de futuras presentaciones, porque habrá más. Saludos.
ResponderEliminar