viernes, 11 de noviembre de 2011

Ecos Mórbidos 1

¡Feliz primer siglo, Vincent Price!*
Roberto Coria

En enero de 1976 dos iconos de la cultura popular occidental se encontraron frente a frente. Uno fue un célebre títere de guante, el otro uno de los más memorables actores del cine de horror de todos los tiempos. En su calidad de anfitrión, la Rana René agradeció al invitado –en nombre propio y de todos los monstruos que conformaban el elenco del programa- su visita al Show de los Muppets. El huésped, Vincent Price, respondió con una sonrisa galante, serena: “nunca he conocido un monstruo que no me agrade”.  El batracio le preguntó después sobre sus capacidades para convertirse en vampiro. “Es el epítome del arte dramático”, respondió el Mercader de la Amenaza y presumió un par de colmillos. Segundos después, René mostró unos caninos similares.  “Algunos aprenden más rápido que otros”, reconoció Price. Luego el personaje se lanzó al cuello del actor, gracias a sus enseñanzas. Este diálogo anticipa el papel que Price –quien nunca antes se había puesto capa y colmillos- haría suyo pocos años después en The Monster Club (Roy Ward Baker, 1981), cinta que Mórbido seleccionó para honrarlo en el centenario de su natalicio.
Vincent Leonard Price nació el 27 de mayo de 1911 en un hogar acomodado de San Louis, Missouri. Su natural inclinación por las actuación y las artes lo llevó hasta el teatro y, posteriormente, al cine. Y le estamos agradecidos por ello. Recordar a Vincent Price es un deber para todos los diletantes del género. El actor poseía la capacidad de proyectar encanto y galantería, así como producir el más inquietante temor. Así lo demostró en entrañables películas como El museo de cera (Andre de Toth, 1953), La mosca (Kurt Neumann, 1958), La casa en la colina embrujada (William Castle, 1958) o El aguijón de la muerte (William Castle, 1959). En su enorme filmografía destaca el ciclo de adaptaciones de obras de Edgar Allan Poe, donde fue dirigido por Roger Corman. Ambos entablaron una amistad memorable. “Algunas de las mejores personas que conozco se distinguen por interpretar personajes monstruosos”, declaró Corman sobre él. Poseen un lugar especial en el corazón de muchos. La caída de la casa Usher (1960), El pozo y el péndulo (1961), El entierro prematuro (1962) y, la que para muchos es la mejor, La tumba de Ligeia (1964). La venganza fue algo que lo distinguió en su última época, sea como el músico desfigurado en El abominable Dr. Phibes (Robert Fuest, 1971) y su secuela El Dr. Phibes ataca de nuevo (Robert Fuest, 1972), o como el actor shakesperiano Edward Lionheart en El Teatro de sangre (Douglas Hickox,1973). De ella siempre atesoraré un parlamento que bien podría estar dirigida!20contra los detractores de la corriente cinematográfica que tanto amamos: “¿Qué saben los críticos de la sangre, el sudor y las lágrimas que se derraman en una puesta en escena? ¿Qué saben de la dedicación, de los esfuerzos, de los sacrificios de hombres y mujeres a la profesión más noble? ¿Qué pueden saber ellos, idiotas sin talento, que sólo escupen bilis sobre el esfuerzo de los demás, porque ellos mismos carecen de la capacidad de crear?”
Sus apariciones en otros medios fueron igualmente memorables. Comencemos por la televisión. No sólo enfrentó a Batman (Adam West) como el malvado Cascarón, sino protagonizó uno de los mejores episodios de Galería nocturna: una adaptación del cuento El regreso del brujo de Howard Phillips Lovecraft. También prestó su voz al cortometraje Vincent (1987), en el cual un joven cineasta llamado Tim Burton le declaraba su completa devoción. El protagonista Vincent Molloy, que no era otro sino el propio Burton, aseguraba que su más grande anhelo de la infancia era ser como Vincent Price. El cineasta continuó más tarde su admiración en El joven manos de tijera (Edward Scissorhands, 1990).
A diferencia de algunos de sus más brillantes personajes, Vincent encontró espacio para el amor: a la cultura prehispánica, a la pintura, a la escultura, a las letras, a la cocina, al buen beber y a tres mujeres con las que engendró dos hijos, Vincent y Victoria. Era, en el más estricto sentido del calificativo, un hombre renacentista. Por encima de ello están los afectos que cultivó, pues todos los que le rodearon afirman que era un gran ser humano.
El filme con el que Mórbido lo celebra es definitivamente una de sus más divertidos, un curioso guiño para todos los que gozamos la otredad que tan bien representó. En su parte más notable, Price hace un recuento histórico de las atrocidades que ha cometido el hombre –el mayor de todos los monstruos- antes de cantar The monster mash, famosa creación de Bobby Pickett que la agrupación que da título a la película adoptó. Mejor vínculo entre el miedo, la risa y la música, imposible.
Y sobre el tema de la presente emisión de Mórbido, finalicemos con un poco de nostalgia. Esta noche, de camino a casa, nos estremecerá su macabra carcajada, querido Maestro Price, con la que corona el video musical Thriller (John Landis, 1983). Este cortometraje, que está por cumplir su tercera década, pervive en nuestra memoria como un homenaje a su genio y como catapulta al éxito del también desaparecido Michael Jackson. Su risa sardónica, perturbadora, es imperecedera y seguramente fascinará a los cinéfilos dentro de 100 años más.
                                                                                                              
*Texto publicado en el catálogo de la cuarta emisión de Mórbido, Festival Internacional de Cine de Terror y Fantasía, celebrado en octubre de 2011 en Tlalpujahua, Michoacán. 

2 comentarios:

  1. amo a los Muppets y Vincent Price es un icono de terror moderno y sofisticado!

    Ese encuentro fue ciertamente ÉPICO!

    ResponderEliminar
  2. Mejor mancuerna, imposible. Si la Academia (no la de TV Azteca) desea devolver audiencia a sus premios, los Muppets deben conducir los Oscar. Saludos, King.

    ResponderEliminar