martes, 29 de noviembre de 2011

Retratos de oscuridad

En varias ocasiones he estado de acuerdo con populares canciones, pero pocas como la del compositor puertorriqueño Rafael Hernández: “Qué chula es Puebla”. Disfruto enormemente caminar por las calles de su Centro Histórico, de saborear su gastronomía y de encontrarme con entrañables amigos con quienes comparto estos placeres –el horror y la fantasía- que tanto defiendo. El sábado pasado ofrecí un taller dentro del X Congreso Internacional de Psicología Jurídica y Criminológica, en un espléndido salón de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Ante un salón poblado mayormente por estudiantes de Psicología y Criminología, hablé de crímenes reales llevados al cine. Para este fin mi cofrade Antonio Camarillo, usando una pequeña parte de sus amplios conocimientos en edición, me ayudó a preparar un video con fragmentos de cintas desde Ned Kelly (Gregor Jordan 2003), Enemigos Públicos (Michael Mann, 2009), Capote (Bennet Miller, 2005), El encierro (An american crimeTommy O'Haver, 2007), Hollywoodland (Allen Coulter, 2006) hasta Amores asesinos (Todd Robinson, 2007) y Monster, asesina en serie (Monster, Patty Jenkins, 2003). El organizador del evento, Renato Gallardo, me comprometió a ofrecer otra charla en su siguiente emisión. Mientras llega la ocasión, comparto con ustedes el inicio y conclusión de mi disertación. Que los disfruten.
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Retratos de oscuridad
Roberto Coria

Cuando los cineastas añaden la leyenda “basada en una historia real” al inicio de cualquier película, le dotan de un aura de misterio y la hacen casi irresistible. Primeramente porque despiertan la curiosidad –o morbo, si quieren llamarlo así- del espectador. Le permite convertirse en testigo y juzgador, trasponer la que la gente de teatro llama “la cuarta pared” y disfrutar, como el voyeurista, del drama que vivió otra persona. Posteriormente desde la perspectiva del deseoso de conocimiento porque, como dice la expresión popular, “el que no conoce la historia está condenado a repetirla”.
Hablar de cintas basadas en casos reales es un tema muy amplio. Si así fuera tendríamos que remitirnos a la Historia, desde los albores mismos de la cinematografía con El Acorazado Potemkin (1925) de Sergei Eisenstein, cinta!20que narra el motín!20del navío ruso del!20título hasta curiosidades como Presentando a Pancho Villa (Bruce Beresford, 2003), la cual relata los coqueteos del Centauro del Norte con la incipiente industria fílmica norteamericana. O a las biografías –bautizadas comobiopics- de importantes personalidades como Lawrence de Arabia(David Lean, 1962), Patton (Franklin J. Schaffner, 1970), Gandhi(Richard Attenborough, 1982), La Bamba (Luis Valdez, 1987), La lista de Schindler (Steven Spielberg, 1993), Ed Wood (Tim Burton, 1994), El aviador (Martin Scorsese, 2004) hasta Red social (David Fincher, 2010) y El discurso del Rey (Tom Hooper, 2010). Pero esas las haremos a un lado. 
Haré lo mismo con los que se inscriben dentro delwestern, popular género del cine estadounidense, a pesar que muchos de sus especímenes se basan en las correrías de populares forajidos o guardianes de la ley, como Butch Cassidy y Sundance Kid (George!20Roy Hill, 1969), Los justicieros (George P. Cosmatos, 1993) o El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford (Andrew Dominik, 2007). A esas tampoco las contemplaré en mi exposición.
Nos queda pues el cine de tema criminal, el cual nos compete e interesa a todos los aquí reunidos. Del héroe de mi infancia aprendí una máxima: el crimen deja cicatrices en todo lo que toca. Esto, naturalmente, se extiende a las Bellas Artes y entre ellas, obligatoriamente, al cine. Es muchas maneras es algo inevitable. Recordemos que por encima de su carácter artístico, conceptual o estético, el cine es una forma de entretenimiento. Y como la conducta criminal es una constante de las sociedades, en todas las épocas, hemos aprendido a convivir con ella. Incluso, a disfrutarla. Ese goce puede provenir de múltiples razones:

  1. Por un placer culposo, como cuando contemplamos absortos el tabloide matinal. No olvidemos que éstos lucran con las dos pulsiones más importantes de la psique humana: eros y tanathos. ¿Qué incluye la portada y contraportada de estos periódicos? Al frente, el suceso más sangriento de la jornada. Al reverso, una mujer voluptuosa en una lúbrica semi desnudez. Thomas de Quincey, en su libro Del asesinato considerado como una de las bellas artes (1827), nos refiere a una sociedad de diletantes de la nota roja que se reunía periódicamente para discutir los más cruentos sucesos de la sociedad londinense de finales del siglo XIX, como los críticos que contemplan una pintura o una escultura. Disfrutar el cine de tema criminal puede generar malestar y remordimiento, especialmente en una época como ésta, dominada por la inseguridad, en donde el hallazgo de cadáveres y los políticos que se asesinan entre ellos es cosa de todos los días.
  2. Porque estamos imbuidos en el aparato de procuración de justicia, donde el hecho criminal es el pan de todos los días. Psicólogos, Criminólogos y Criminalistas devoran con apetito científico estas noticias. Son parte de su objeto de estudio. En ese sentido, el gremio tiene una disculpa evidente.
  3. Por una fatal aceptación de la realidad. En su novela La octava plaga (Ficción Zeta, 2011), el escritor Bernardo Esquinca reflexiona sobre las terribles acciones de los humanos. Uno de sus personajes, un veterano fotógrafo de nota roja, acepta con real pesimismo: “No cambiaremos, es nuestra naturaleza. La gran mayoría de los crímenes que cubrí no fueron realizados por asesinos fríos y meticulosos. Se trataba de personas comunes y corrientes, que cedieron a un arrebato de furia, provocado por celos, frustración o deseos de venganza. Cualquiera puede convertirse en asesino”.
Pero la maldad, el volverse al “lado oscuro”, no ocurre de la noche a la mañana. Es un viaje. O como diría un popular libro infantil, “una serie de eventos desafortunados”. Nadie se convierte en ladrón o asesino espontáneamente, se necesita de la confluencia de una gran cantidad de factores bio-psico-sociales. La conducta criminal es una escalada. Por ello examinaremos a diversos individuos por la modalidad delictiva que los caracterizaba. Hacerlo podría suponer un dilema por su relevancia o peligrosidad. Recordemos que todos los delitos son graves, sea el robo a transeúnte, el fraude o el homicidio. Su impacto social es aparte de la afectación que representa a quien lo padece.
¿Por qué disfrutar del cine de tema criminal? Decididamente no por hacer una apología del fenómeno, mucho menos por banalizarlo o glorificarlo. Las películas del tema son un retrato de nuestra sociedad. Dicen que la verdad duele e incomoda. Los criminales que acabamos de ver son personas comunes, como ustedes o yo. Los criminales son seres transgresores. No sólo de las leyes, sino de la moral, la ética y la religión. Representan nuestros sueños y nuestras pesadillas. Son un espejo donde todos, de una u otra manera, podemos reflejarnos.

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