jueves, 19 de noviembre de 2009

Más fantasmas.

Sigamos hablando de fantasmas.
Uno de los más grandes maestros de la literatura fantástica de todos los tiempos es el irlandés Joseph Sheridan Le Fanu. Contemporáneo de Charles Dickens, es mundialmente famoso por sus novelas de misterio, sus relatos de fantasmas y por ser el autor de Carmilla (1872), esa historia de vampiros que fue modelo e inspiración para otros escritores ampliamente mencionados en este blog.
Le Fanu nació en Dublín el 28 de agosto de 1814. Su padre, capellán de una academia militar, le inculcó una educación estrictamente religiosa. Su posterior trabajo literario puede interpretarse como una reacción ante los dogmas que aprendió en su tierna infancia.
En su juventud estudió en el prestigiado Trinity College, institución que años antes acunara a otro gran maestro, Charles Robert Maturin, y posteriormente a un joven llamado Bram Stoker. En la revista literaria del colegio publicó su primer cuento, El fantasma y el colocahuesos (1838), una fábula irlandesa con matices espectrales sobre un hombre que no conoce el miedo. Este ejercicio fue el primer paso de una carrera ascendente en el mundo de las letras que no sólo le valió una sólida reputación y estabilidad financiera, sino comprar la revista que le vio nacer y acciones de tres importantes periódicos. Entre estos se encontraba el Dublin Evening Mail, donde aparecieron las primeras críticas teatrales del hombre que años más tarde escribiría Drácula. Los inevitables vampiros.
Instalado en la prosperidad, contrajo matrimonio con Susan Bennet y se mudó a una hermosa casa victoriana en una lujosa zona de la ciudad. Pero la tragedia lo embargó con la muerte de su esposa en 1858, convirtiéndolo en un hombre taciturno y retraído que vivió como un ermitaño los últimos años de su vida. Le Fanu escribía en la oscuridad de su hogar, a partir de las dos de la madrugada pues, en sus propias palabras, los poderes oscuros eran más intensos y se abría una puerta en el inconsciente por donde podía percibir la esencia de la maldad. En este último periodo estaba convencido que entidades de ultratumba lo acechaban. Murió de agotamiento el 7 de febrero de 1873. Tenía 58 años.
Si Dickens –de quien hablaré posteriormente- dio los primeros pasos en lo fantasmagórico y M. R. James consolidó el llamado Ghost story, Le Fanu aglutinó los elementos que lo definen. Sus narraciones están ancladas en el contexto de la época, son abundantes en atmósferas opresivas y lo sobrenatural es algo cotidiano, incuestionable. Sus personajes, herederos de la tradición de la narración oral, relatan a atribulados escuchas –con quienes el lector se involucra inevitablemente- su fatal encuentro con la otredad.
Uno de los cuentos del señor Le Fanu que más me impresionío en la juventud es El fantasma de Madame Crowl (1870). Su trama es elemental en el contexto de esta narrativa, pero su resultado es contundente. Una anciana narra los hechos que presenció cuando era una joven sirvienta de la finca de Applewale House. La dueña de la propiedad, Arabella Crowl, era una vieja agonizante que balbuceó incoherencias y profirió gritos escalofriantes hasta que le sobrevino la muerte. Días después, la narradora presenció lo siguiente:
Y lo que vi, ¡Virgen Santa!, fue la aparición de la vieja bruja, adornado con sedas y terciopelos su cuerpo de muerta, sonriendo tontamente, los ojos tan abiertos como platos, y una cara como la del demonio mismo. Había una luz roja que salía de ella igual que un resplandor, como si sus vestidos estuvieran ardiendo. Venía derecho a mí con sus viejas manos sarmentosas engarfiadas lo mismo que si fuera a arañarme, pero pasó de largo, a mi lado, con una ráfaga de aire frío, y la vi llegar a la pared de enfrente, a la rinconera […], y allí en el fondo abrir una puerta y buscar a tientas con las manos algo que tenía que haber […]. Luego se volvió hacia mí, como girando sobre un eje, se puso a hacer visajes y, de repente, ya estaba otra vez toda la habitación a oscuras y yo de pie en el rincón más alejado de la cama.
Espero hayan leído esto en la soledad, con las luces de la habitación apagadas. Ahora miren por encima de su hombro derecho. Tal vez haya una macabra sorpresa.

1 comentario:

  1. Estoy de acuerdo en lo q comenta sobre Dickes y James, ademas de obviamente, Le Fanu.

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