martes, 31 de agosto de 2010

Réquiem por la Ley y el Orden

Admito que no sé mucho de música y que tengo un oído pésimo para apreciarla. Pese a ello sé que un Réquiem –de la expresión en latín que significa “descanso”- es una composición musical empleada para realzar liturgias fúnebres y es una ceremonia religiosa en muchas creencias. Me parece oportuno recordar esto pues en unas horas, tras 20 años como devoto espectador, veré el último episodio de La Ley y el Orden. Siento como si fuera a morir un familiar cercano ya que, como comenté anteriormente, crecí contemplando el programa. Mi fascinación por los policiales televisivos se remonta a mi infancia, cuando veía repeticiones de Los Intocables al lado de mi abuelo materno, el criminalista Antonio Monter Núñez. Ambos fueron inspiraciones imprescindibles para mi vida adulta. Sobre el final de La Ley y el Orden sólo puedo exresar mi más profundo pesar. Es cierto que tras dos décadas de vida, la evolución del lenguaje narrativo de la televisión, la espectacularidad de nuevas propuestas y la familiaridad de la serie, podía mostrar a muchos signos de agotamieto. Decía una popular canción “hasta la belleza cansa”, aunque no siempre es cierto. Sigo manifestándome como un gran defensor de esta historia por muchas razones: es una digna heredera de antiguos y famosos seriales policíacos como Dragnet (1951 a 1959, y sucesivas versiones), Historia del crimen (1986 a 1988) y El precio del deber (1981 a 1987). Instauró todo un estilo para contar este tipo de dramas, con sus imágenes grabadas cámara en mano en locaciones reales de la ciudad de Nueva York, urbe compleja y caótica que bien representa a todas las grandes ciudades de la sociedad occidental, y por nutrir sus historias de la nota roja cotidiana. La serie está estructurada –porque seguirá viva en sus repeticiones- en dos actos. En el primero se plantea un crimen –resorte dramático indispensable, pues sin este no sería un programa policial- y su consecuente investigación, con todo tipo de giros –a veces plagada de riesgo- hasta que finalmente los detectives logran dar con el culpable. Le sigue un segundo acto, presentado como un drama de corte que rinde homenaje a series como Perry Mason (1957 a 1966 y continuas revisiones), donde los audaces fiscales se encargan de que el maleante reciba su castigo. Pero lo mejor de La Ley y el Orden siempre serán sus personajes. No necesitamos saber todo de sus vidas para simpatizar con ellos, a diferencia de otras series que centran sus historias en los conflictos internos de sus protagonistas. La experiencia policial estuvo representada, en sus inicios, en los detectives Greevey (George Dzundza) y Cerreta (Paul Sorvino). La juventud, con su inexperiencia, empuje y agresividad eran encarnadas en el detective Mike Logan (Chris Noth) y sus posteriores reemplazos, los detectives Rey Curtis (Benjamin Bratt), Ed Green (Jesse L. Martin), Nina Cassady (Milena Govich), Cyrus Lupo (Jeremy Sisto) y Kevin Bernard (Anthony Anderson). Pero la serie comenzó a madurar con la incorporación del detective Lennie Briscoe (Jerry Orbach), alcohólico rehabilitado, investigador agudo y poseedor del sentido del humor más negro e indispensable para enfrentar la horrible profesión de atrapar homicidas. Cuando a Briscoe, en uno de tantos casos, le hicieron notar que la víctima varón –asesinada por disparo de arma de fuego- le llevaba flores a su novia, él respondió irónicamente “ahora tendrán que llevárselas a él”. Orbach abandonó la serie en 2004 por motivos de salud, convirtiéndose en el actor que más tiempo ha interpretado a un policía de forma consecutiva. Cuando me enteré de su muerte ese mismo año lo lamenté profundamente, como cuando pierdes a un tío muy querido. El programa adquirió forma definitiva y contundencia absoluta con la llegada de Jack McCoy (Sam Waterston), agresivo fiscal, y auténtico paladín de la justicia que no temía estirar las leyes al máximo para lograr su cometido, muy lejano de su tímido predecesor Ben Stone (Michael Moriarty), ambos apoyados por un interminable desfiles de asistentes legales (las actrices Jill Hennessy, Carrie Lowell, Angie Harmon, Elisabeth Röhm y Alana de la Garza, por citar sólo a las más destacadas). La sabiduría corría a cargo del jefe de todos, Adam Schiff (Steven Hill), que heredó la silla del Fiscal de Distrito –el equivalente al Procurador de Justicia de la ciudad- a Nora Lewin (Dianne Wiest), Arthur Branch (Fred Dalton Thompson) y finalmente al propio McCoy, ascenso más que merecido. Y pronto McCoy advirtió las presiones del puesto: “ahora sé por qué Adam Schiff siempre estaba de mal humor”. Los crímenes que este equipo investiga comprenden el homicidio en todas sus modalidades –por los motivos más diversos- y delitos sexuales –que propició la creación de un spin-off, La Ley y el Orden: Unidad de Víctimas Especiales-. Los escritores encontraron la forma de cruzar sus historias con las series que emanó y su programa hermano Homicidio, la vida en la calle (1993 a 1999), en un emocionante episodio de dos partes que tomaba como inspiración el caso –de la vida real- de Shoko Asahara y el terrible atentado en el metro de Tokio.
Extrañaré enormemente el ruido distintivo que marcaba la transición entre escenas, bautizado por sus actores como “el cásico ching-ching” o el “doink-doink”, y extrañaré todo lo que la serie representa: la necesidad de servidores públicos eficientes, entregados a una causa, en una ciudad convulsa que necesita de héroes que la defiendan e inspiren lo mejor en sus habitantes.

5 comentarios:

  1. Roberto, me encantó leerte. Te felicito por tu reseña. Yo soy fanática de la serie desde hace varios años en sus varias versiones y voy a lamentar si no la pasan más por la tele. Yo la veo en Argentina y me encantan los movimientos teatrales de los personajes, aunque a veces me parezcan muy obvios, también los sonidos que nombras.
    En ella no hay efectos especiales, que no son de mi agrado, y se aprecia el trabajo de los actores.

    ¿Qué policial voy a ver cuando no la den más? ¡¡Qué pena!!

    Un abrazo desde Argentina.

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  2. ¿Y ahora quién podrá defendernos? (Como decía un popular e infame personaje infantil). Ojalá los personajes resuciten en los remanentes de la franquicia. Saludos hasta tu tierra, Marta.

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  3. Mi madre lloró y lloró por La Ley y el Orden. Le he enviado un enlace con este post.

    Seguro lo disfrutará.

    Saludos.

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  4. Denemos aprender a vivir sin la serie, Lucy. Todo lo bueno acaba alguna vez. Mis condolencias a tu mami. Saludos solidarios.

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  5. Jeje! Muchas gracias, Horroris!

    Le enviaré tus condolencias... pero tienen suerte de que no sea el único programa de La Ley y el Orden, jeje!

    Entiendo su tristeza, la snetí cuando terminó The X Files :(

    Todo lo bueno acaba... pero quizá venga algo mejor ;)

    Un abrazo!

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