lunes, 27 de diciembre de 2010

Grandes pendientes 3. Cómo entrenar a tu dragón.

Al igual que el vampiro, los dragones son criaturas constantes en prácticamente todas las culturas del planeta. Vlad III, mejor conocido como Drácula, recibió su apellido por el honor que el Santo Emperador Segismundo confirió a su padre: la Orden del Dragón. Massimo Izzi dedica a estas criaturas varias páginas de su Diccionario Ilustrado de los Monstruos. Los dragones son seres familiares para todos. Disney –esa malvada multinacional, como la califica Bart Simpson- se encargó de posicionar su imagen en nuestro imaginario en ese maravilloso país llamado infancia. ¿Quién no recuerda a la iracunda Maléfica, convertida en un enorme dragón negro, combatir con el gallardo príncipe que pretendía salvar a la Bella Durmiente (Clyde Geromini, 1959)? ¿O a la diabólica y simpática Madame Mim, igualmente transmutada en un dragón –colorido, eso sí- escupir fuego sobre Merlín el encantador en La espada en la piedra (Wolfgang Reitherman, 1963)?
A memorables cintas sobre dragones, como El verdugo de dragones (Matthew Robins, 1981), Corazón de Dragón (Rob Cohen, 1996), El Reinado del Fuego (Rob Bowman, 2002) y Dragon Wars (Hyung-rae Shim, 2007) se une una delicia, destinada al público infantil, titulada Cómo entrenar a tu dragón  (Dean DeBois y Chris Sanders, 2010), adaptación del segundo libro de la serie escrita por la autora británica Cressinda Cowell.
La película fue una grata sorpresa. La vi la otra noche gracias a la generosidad y recomendación de mi amigo Benjamín Vidales. La historia sigue la estructura básica de un relato para niños, con moraleja incluida. El antiguo poblado vikingo de Perk es azotado por toda infinidad de dragones. Un enclenque muchacho llamado Hipo, hijo del recio líder del clan Estoico el Vasto –voz en inglés de Gerard Butler, el Leónidas de 300, quien ya interpretó al hijo del dragón en Drácula 2000- busca cumplir los ritos que le harán pertenecer a su comunidad y ser aprobado por su padre. Por accidente traba amistad con Chimuelo, un dragón de la variedad que los vikingos nombraron Furia Nocturna, el más temido y salvaje –según ellos-, “la cría maligna del Relámpago y la Muerte misma”, “del que es mejor esconderte y esperar que no te encuentre”. A esto le sigue un viaje iniciático en donde el héroe no sólo descubre el amor –de forma involuntaria-, obtiene el respeto y aprobación de su padre, demuestra que “todo lo que conocemos sobre dragones es incorrecto” y que estos seres pueden coexistir con los humanos, todo a costa de un sacrificio que experimenta, literalmente, en carne propia. Porque la filosofía vikinga de la película es similar a muchas contemporáneas: es mejor destruir lo que no comprendemos, lo diferente, a buscar formas de respetarlo y convivir con él. Esto lo comprueba la taxonomía de los dragones que los vikingos diseñaron con base en la ignorancia y el miedo.
El lazo especial entre Hipo y Chimuelo no deja de recordarme al del pequeño Eliot y su amiguito extraterrestre (Steven Spielberg, 1982) o al de la grandiosa Mi mascota es un monstruo (The Water Horse, Jay Russell, 2007), esa amistad improbable e imposible en apariencia con que soñamos de niños. El conflicto entre Hipo y su padre, por demás ancestral, es similar al de Chicken little (Mark Dindal, 2005) o al de Lluvia de hamburguesas (Phil Lord y Chris Miller, 2009), ambas flamantes ejemplos de arte digital. El resultado de Cómo entrenar a tu dragón es sorprendente, como lo es el pueblo vikingo de Perk. Porque como dijo Hipo “lo mejor de aquí son las mascotas. Mientras algunos tienen loros o ponys, aquí tenemos dragones”. 

2 comentarios:

  1. Son pocas las películas dignas de hacer de un dragón una extraordinaria fiera.
    En la cinta de Eragón Zaphira le diseñarón unas alas espantosas, por lo demás estaba bien.

    En Encantada, la reina se transforma en un enorme dragón.

    En lo personal el Dragón es mi criatura mitológica favorita.

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  2. La verdad no viEragon, kittyfilm. ¿Es buena? Habrá que incluirla en la lista.

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