martes, 13 de noviembre de 2012

¿Tiene vida el cine de zombis?


En las dos últimas décadas el zombi ha demostrado su rentabilidad gracias al cómic, los videojuegos, el cine y la televisión (vean el fenómeno The walking dead o las Zombie Walk alrededor del mundo). Esto se debe en parte al agotamiento de otras fórmulas y monstruos, como los vampiros, que han sido visitados casi hasta el hartazgo. Esa es una de las posibles explicaciones para la trivialización que estos seres han alcanzado gracias a Stephanie Meyer en su exitosísima saga literaria Crepúsculo, convertida –como todos saben- en un fenómeno cinematográfico. Me siento profundamente preocupado porque ese mismo sendero parece seguir el cine de zombis. Ese fue un sentimiento instintivo al enterarme del filme Mi novio es un zombi, dirigida por Jonathan Levine, a estrenarse en febrero de 2013. Esto lo confirmé al ver las primeras imágenes, con el adolescente Nicholas Hoult (que vimos al lado de Hugh Grant en Un gran chico o como el joven Hank McCoy/Bestia en Hombres X, primera generación), como el cadavérico protagonista de la cinta. El propio director Levine escribió el guión de la cinta a partir de la novela Warm bodies de Isaac Marion, que básicamente describe un romance imposible entre un zombi y una adolescente en un Estados Unidos post apocalíptico. La idea de un zombi enamorado es arriesgada y contradictoria si no olvidamos las características que definen tal como lo conocemos gracias a George Romero:

  1. Un zombi es un cadáver reanimado.
  2. Un zombi pierde su memoria, sus capacidades intelectuales y afectivas.
  3. El zombi obedece a instintos primarios (alimentarse).
  4. El zombi es un ser gregario, por eso representa el terror de las masas.
  5. Todo aquél que es mordido por un zombi, al morir, se convierte en uno.
Ya esta ruta había sido tomada, en un tono que oscilaba entre la comedia y la farsa, en Fido, mi mascota es un zombi (Andrew Currie, 2006). En una sociedad igualmente post apocalíptica con notables reminiscencias de los idílicos años cincuenta, los humanos sometieron y domesticaron a los zombis, convirtiéndolos en sus sirvientes. Pero un no-muerto (Billy Connolly)“sale del redil” y corresponde los afectos de su oprimida ama (Carrie-Anne Moss).
Pero de regreso a Mi novio es un zombi, el trailer de la cinta ha despertado una curiosidad inesperada en personas dignas de todo mi respeto. Jorge Grajales opina que “Warm Bodies será la sorpresa del año en cuanto a cine de zombies se refiere. La novela se deja leer muy bien y el director ha realizado buenas películas. Y el trailer que salió también ayer deja entrever que el filme no se toma tan en serio (vean esa referencia de lo que debe ser un zombie ejemplificado con el blu-ray del Zombie de Fulci) e incluso aporta ideas noveles al género: ¿qué pasa con los zombies cuando se cae toda su carne putrefacta?”. Al avance concedo los méritos de una buena factura y la aparición de John Malkovich, quien está a punto de ir más allá del bien y del mal. Lo que no deja de inquietarme es que Summit Entertainment, los estudios responsables de la saga Crepúsculo, se encuentran detrás de todo. Por lo demás, sólo queda esperar.
En oposición, Grajales desaprueba el trailer de Guerra Mundial Z, la adaptación de la novela homónima de Max Brooks, también a estrenarse en unos meses: “Estoy de acuerdo con el inevitable fin de las películas de zombies, pero no por Warm Bodies, sino por la "adaptación" de Guerra Mundial Z que se asemeja más a La Guerra de Los Mundos de Spielberg que a lo que brillantemente escribió Max Brooks, y esos zombies son más parecidos a los lemmings. Y no, no a los verdaderos lemmings, a los lemmings del videojuego tan famoso en los 90”. Precisamente ese aspecto fue uno de los que más me atrajo del trailer: los zombis vistos como una gran masa informe, amenazadora, que pese a obedecer a la necesidad de alimentarse tienen una especie de conciencia colectiva, cosa que socialmente hemos perdido. Pero ya escribiré sobre ella en su momento.
Creo que la supervivencia del subgénero puede residir en especímenes como la inteligentísima El desesperar de los muertos (Shaun of the dead, Edgar Wright, 2004), cuya gracia se encuentra en abordar el tema con toda la seriedad y el respeto que exige y lo utiliza como fondo de situaciones hilarantes. El protagonista Shaun (Simon Pegg) es un empleado sumido en una mediocridad que le impide ver los signos del Apocalipsis zombi, sea porque no presta atención a las noticias en la televisión (padece zapping) o porque sale a comprar un refresco y no se percata de las manchas de manos ensangrentadas en el vidrio del refrigerador de la tienda. Curiosamente el libro que desprende Mi novio es un zombi ha recibido elogios tanto de Stephanie Meyer como de Simon Pegg, coescritor de Shaun of the dead. Estos últimos sin duda le merecen el beneficio de la duda.
Y ahora, vámonos a Mórbido.

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