miércoles, 26 de junio de 2013

Crónicas del hombre de acero, segunda parte

La historia es por todos conocida, pero un reinicio exige visitarla de nuevo. En el lejano planeta Kripton, el científico Jor-El (Russell Crowe) y su esposa Lara Lor-Van (Ayelet Zurer) al borde de la destrucción de su mundo, envían a su pequeño hijo Kal-El a la salvación. Ella tiene enormes reservas y anticipa lo obvio. “Será un marginado”. Él la corrige. “Lo considerarán un Dios”. El huérfano llega a la Tierra, a una pacífica comunidad rural (no recuerdo haber visto la palabra Smallville) del estado estadounidense de Kansas. El niño crece y descubre paulatinamente que es diferente al resto de sus compañeros. Sufre lo que hoy conocemos como bullying, pero aún así muestra señales tempranas del heroismo que le caracterizará. Al crecer, su padre adoptivo Jonathan Kent (Kevin Costner) le revela su origen y trata por todos los medios de advertirle de los riesgos de exponer sus poderes al mundo, mientras su madre Martha (Diane Lane) le inculca los mejores valores posibles. Aquí está el primer atractivo de El hombre de acero (Zack Snyder, 2013). El guión de David S. Goyer, urdido en contubernio con Christopher Nolan, incluye un deslumbrante prólogo en el mundo nativo del héroe pero presenta su formación terrestre en breves flashbacks, que de inmediato evoca lo que la dupla hizo en la reciente trilogía de Batman. Fue esto, junto con su impresionante éxito de crítica y taquilla, lo que abrió las puertas al proyecto. Ambos se propusieron el reto de aplicar este mismo enfoque a un personaje difícil de traer a nuestra realidad, sobre todo por el tono optimista y cándido que tenían sus aventuras originales. Y el resultado me dejó sorprendentemente satisfecho.
Al cumplir 33 años, como Jesucristo, Kal-El, quien recibió el nombre terreno de Clark Kent (Henry Cavill), viaja alrededor del mundo en busca de respuestas y en el proceso se da el tiempo para realizar hazañas extraordinarias. Llega al ártico, donde descubre una estación aislada enviada por su civilización. Ahí una proyección de su padre muerto le narra los últimos días de su raza y le advierte del malvado General Zod (Michael Shannon), un psicótico genocida aprisionado con sus seguidores -justo antes del Apocalipsis- en la dimensión estéril conocida como La Zona Fantasma. También conoce a la intrépida Lois Lane (Amy Adams), reportera del diario El Planeta, quien acompaña al comando militar que hizo el descubrimiento. Y de paso su padre le ofrece su icónico disfraz, un poco más oscuro de lo que conocemos y, como escuché decir a alguien, “con los calzones por dentro”. Pero no todo es miel sobre hojuelas. Zod escapa de su destierro y rastrea a su paisano hasta nuestro planeta con la intención de obtener información para reconstruir su mundo, literalmente, encima del nuestro.
Sigue un abrumador espectáculo de destrucción –que calculé duró más de 40 minutos y creo empata a lo que vimos en Los Vengadores (Joss Whedon, 2012)-, que comienza en el pueblo del héroe y se traslada a la gran ciudad de Metrópolis (símil de Nueva York), donde el jefe de Lois, Perry White (Laurece Fishbourne) y el resto de los ciudadanos emprenden el difícil reto de sobrevivir. Juntos, el héroe, la heroína y el País que le teme en un principio, emprenden una arriesgada ofensiva para derrotar al tirano. “Este hombre no es nuestro enemigo”, ordena a sus hombres el Coronel Hardy (Christopher Meloni). Al final, y eso es lo que muchos aficionados objetan, el héroe se ve obligado a hacer lo inimaginable.

Los huecos que tiene la historia pasan desapercibidos ante una producción impresionante, un sólido e inspirado ensamble actoral, una estupenda fotografía de Amir Mokri, una briosa partitura de Hans Zimmer y sobre todo una dirección precisa de Snyder, director que ganó mi simpatía por su buen desempeño en El amanecer de los muertos (2004), 300 (2007) y la estupenda Watchmen (2009). Visualmente deslumbrante, su trabajo me hizo respetar por vez primera a un personaje que nunca capturó mi atención. Bautizado por los medios de comunicación, su Supermán lucha con la reputación que arrastra desde tiempos de Christopher Reeve, aunque no deja de rendirle cierto homenaje (como vemos a un lado). Ahora no hay cabida para el buen humor. El único chiste lo dice al final una militar.
El Supermán de Snyder es dos veces huérfano. Para muchos esto parecerá cursi y contravendrá su naturaleza divina, pero es su parte humana la que puede generar interés. Origen más noble no puede tener: es hijo de un campesino. De ahí provienen sus valores. Cuando la milicia le externa preocupación por el riesgo potencial que representa, responde “por favor, General, crecí en Kansas”. Y su Némesis trata de señalar esto como una debilidad, “yo me crié como un guerrero, me entrené toda la vida para educar mis sentidos, tú lo hiciste en una granja”. También vindica a la figura femenina. Lois Lane no es ya una damisela en desgracia, es parte integral de la resolución del conflicto y conoce desde el primer momento su identidad secreta. En el desenlace ocurre lo obvio. Clark, sin ninguna formación periodística previa, se une a las filas de El Planeta. Pero lo sustancial está en sus orígenes, en la imagen inocente de un niño que ata una sábana en su cuello a manera de capa y corre al lado de su perro, mientras sus padres sonrientes lo observan.

El guión huye de lo esperado, como ocurrió al final de Batman inicia (Nolan, 2005) y Sherlock Holmes (Guy Ritchie, 2009): insinuar quién será el villano de la siguiente cinta. Pero eso es algo obvio para todos los conocedores del cómic. Se ha rumorado que la primera elección de Snyder para encarnar al malvado Lex Luthor es el actor Mark Strong, quien personificara al terrible Lord Blackwood en la ya mencionada aventura holmesiana. Si esto ocurre será otro motivo para esperarla con ansiedad, como se ha anunciado, en el 2014. Eso me parece apresurado, como ya dije, junto con la intención de una aventura que pretende reunir al popular ensamble de héroes de DC Comics, la Liga de la Justicia. Creo que una empresa de este tamaño, si tratan de emular los resultados de su rival Marvel Comics, requiere más tiempo. Al menos de otra buena película sobre una parte sustantiva del grupo, la Mujer Maravilla. El realismo planteado por el propio Nolan en su serie de Batman me hacía pesar que el suyo y los mundos fantásticos eran irreconciliables. Hoy ese matrimonio parece posible. Después de ver el resultado, hay una luz de esperanza. Dicen que eso es lo que muere al último. ¿Después de todo, no es ese el significado del símbolo –que siempre creí era una letra S- que lleva en su pecho?

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