sábado, 15 de junio de 2013

Una muy breve reflexión sobre el Día del Padre

En prácticamente todos los países del mundo, siempre con un carácter secundario e inminentemente comercial, se celebra el Día del Padre el tercer domingo del mes de junio. Culturalmente, no suele rendirse a éstos la misma veneración que a la figura materna. Los restaurantes no están llenos al tope de su capacidad, al igual que los centros comerciales. Tampoco se registra la misma venta de arreglos florales ni de tarjetas de felicitación. El lazo con nuestras progenitoras suele ser –en el mayor de los casos- más estrecho, pero creo que es justo que le rindamos a la otra parte de la ecuación el reconocimiento que se merece. Si bien en la ficción podemos recordar madres notables, como la célebre Sra. Bates de Psicosis, recordemos a padres dignos de mención. Comencemos por el filósofo natural Víctor Frankenstein, que fue incapaz de lidiar con las consecuencias de sus anhelos creadores. “¿Cómo expresar mi sensación ante esta catástrofe, o describir el engendro que con tanto esfuerzo e infinito trabajo había creado?”, dijo el progenitor novicio al contemplar a su engendro. La novela que Mary Shelley escribió en 1818 es, en esencia, un relato de paternidad responsable. La metáfora que propone se mantiene vigente para estudiar las consecuencias nefastas de nuestra soberbia e inmadurez, desde los estragos que hemos propiciado en nuestro medio ambiente hasta el terrorismo mundial. ¿Qué fue Osama Bin Laden sino una criatura de Frankenstein que salió del control de su creador, el Gobierno de los Estados Unidos? Siempre me hace recordar al androide Roy Batty (Rutger Hauer) y su “amoroso” reencuentro con su “padre” Eldon Tyrell (Joe Turkel) en la joya que Ridley Scott dirigió en 1982, Blade Runner. Pero no nos desviemos. Sobre la paternidad, ejemplos abundan. Muchos monstruos clásicos le entraron al juego (La hija de Drácula, El hijo de Frankentein, El hijo de la mosca, El hijo de Kong, El hijo de Godzilla), al igual que otros más recientes, del ogro Shrek a Hellboy. Hasta el Hombre Araña y Supermán se suman a ese selecto club. Pero el más memorable de los papás siempre será Anakin Skywalker, mejor conocido como Darth Vader. La revelación que hace a su mutilado hijo Luke (Mark Hamill) en El Imperio contraataca (Irvin Kershner, 1980) es uno de los momentos más recordados de la cinematografía occidental. “Luke, yo soy tu padre”. Una tragedia griega en toda la extensión. 

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