jueves, 14 de octubre de 2010

El infierno está aquí

 El cartel promocional de El infierno (2010), la nueva película de Luis Estrada, atrajo mi atención por dos razones: un hombre que removía una pierna humana en un tambo metálico, cual cazo de carnitas, como seguramente lo hacía Santiago Meza López, mediáticamente conocido como “el pozolero del Teo”, quien disponía de los cadáveres (más de 300, en su propias palabras) que producían sus empleadores disolviéndolos en un cóctel de sosa cáustica (también me recordó a John Haigh, el vampiro de Londres). La otra fue un simpático perro que llevaba en su hocico una mano cercenada. Ambos en torno al actor Damián Alcázar, alegre, quien –ataviado como un narcotraficante del norte de la República- posaba su brazo sobre un anuncio gubernamental alusivo al bicentenario, complementado anárquicamente con la leyenda “nada que celebrar”.
Reticente por decepciones del pasado inmediato que me ha producido el cine nacional, que triste y generalmente adolece de buenos guiones, vi finalmente El infierno, y puedo decir que quedé gratamente sorprendido y, en exceso, horrorizado. Esto último no porque en muchos momentos se alimente del cine gore, sino porque es un crudo retrato de la realidad nacional y una crítica descarnada a la guerra contra el crimen organizado de que tanto se enorgullece la actual administración, con todo y su “vamos ganando, aunque no lo parezca”. Rafael Aviña, en la sección Primera fila del diario Reforma del 3 de septiembre de este año, la elogió profusamente:

¿Vivimos realmente en el caos y la condena eterna? Los 145 minutos que integran El infierno (México, 2010) lo confirman con creces, en un relato que cuestiona a su vez todas las absurdas celebraciones del bicentenario patrio.
¿Qué festejamos, nuestra derrota como País, barbarie, pérdida de valores? Benjamín García El Benny (Alcázar, soberbio), regresa a México tras 20 años de malvivir como indocumentado en los Estados Unidos y al igual que el protagonista de El bulto (Gabriel Retes, 1991) se encuentra con un País distinto donde reina la corrupción y al que tiene que adaptarse.
Al cineasta Luis Estrada le lleva levantar un nuevo proyecto más de cinco años y por fortuna, no ha caído en la tentación de irse a Hollywood. En ese sentido, Estrada ha demostrado no sólo talento explorando los terribles alcances de la sátira y la farsa, que de tan ácida se vuelve abrasiva y virulenta.
A su vez, ha enfrentado con valentía su responsabilidad histórica como creador, con su notable equipo en el que destacan su actor de cabecera Damián Alcázar y su coguionista Jaime Sampietro, al sumergirse en la realidad de una nación que cae a pedazos de tanta podredumbre, pobreza, ignorancia y brutalidad.
Estrada se ha mantenido al pie del cañón, documentando la estupidez y los engaños d los gobiernos del PRI y el PAN si temores ni autocensura, como lo muestra esa azarosa trilogía integrada por La ley de Herodes (1999), Un mundo maravilloso (2005) y ahora El infierno, en la que cabe la crítica social profunda y un humor negro e irónico que lo hereda de su progenitor: ese gran y poco valorado cineasta de ámbitos populares como lo fue José El Perro Estrada (Para servir a usted, Cayó de la gloria el diablo).
Pronto, El Benny se percata de que “aquí no haces lo que quieres, sino lo que puedes” y con el padrinazgo de un viejo amigo de la infancia, El Cohiloco (Cosío, extraordinario), se involucra en el negocio más rentable de este país: el narco y sus infiernos de venganza, muerte y dinero a manos llenas y la prosperidad le sonríe por vez primera, misma que comparte con su sensual cuñada (Elizabeth Cervantes) y su sobrino El Diablito (Kristian Ferrer), hijo de su hermano asesinado.
El problema es que se gana mucho pero se pierde en la misma proporción, como muestra el devastador final. “El infierno es aquí y ahora”.

Es curioso que la que tal vez sea la película mexicana más notable del año del bicentenario trate sobre un tema que tanto lacera a nuestra sociedad. Y eso nos lo recuerdan las fotografías que el gran narcotraficante Don José Reyes (Ernesto Gómez Cruz) ostenta en su despacho: aparece dando un efusivo abrazo a Miguel de la Madrid, sonriente al lado de Vicente Fox (y la infaltable Martita) y besando la mano al mismísimo Juan Pablo II. La fotografía de Damián García es estupenda y, en interiores (particularmente en la oficina del capo), no deja de recordarme la estética de El Padrino parte II (Coppola, 1974), con sus opacos tonos ocres.
El infierno, divertida por trágica y actual, se erige como una alegoría de nuestros tiempos, como lo confirma la ceremonia del grito de Independencia, ese podio con el escudo nacional manchado de sangre o su final pesimista. El Internet Movie Data Base la recomienda a la par de otros importantes títulos del cine sobre delincuencia organizada, como Buenos Muchachos y Los Infiltrados (Scorsese, 1990 y 2006). Sólo me queda una pregunta: ¿cómo es que una película tan incómoda para el régimen obtuvo apoyos gubernamentales para su factura?

3 comentarios:

  1. ¿Por qué el gobierno apoyó ésta película? Tal vez es algo que nunca sabremos. Lo más preocupante es que, probablemente, la realidad supera la ficción. ¿Viva México?

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  3. Recuerdo que la fui a ver a Cinépolis, cadena de cines que, como recordarán, pertenece a un amigo cercano de Calderón. Justo antes de que comenzaran los cortos y los comerciales, se nos proyectó un mensaje del gobierno federal en el cual el mismísimo Enano dipsómano presumía de sus supuestos logros en la lucha contra el crimen organizado y aseguraba, una vez más, "vamos ganando". Cuando vi la película, no supe si considerar dicho corto como parte del filme, como un mal chiste o como un muy fallido intento de decir "[...] Este... si, la película es muy divertida, pero recuerden que es ficción. Lo cierto es que estamos ganandole al narco, en serio, en serio".
    Ya en perspectiva, puedo considerar ese mensaje (y el apoyo que se le dio al cineasta), como una burla más de parte del gobierno. Es como si nos dijeran a los ciudadanos "Tan nos vale madre tu opinión y la opinión de los críticos que hasta nos damos el lujo de financiarlos ¿Cómo ves?"
    Saludos, mi estimado Roberto

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