miércoles, 6 de octubre de 2010

El mecanismo se alimentó

Ayer por la noche tuve el gusto de ser uno de los “padrinos de presentación” del nuevo “hijo” de mi querida Norma Lazo. El escenario del acto fue el cine Lido del Centro Cultural Condesa y los testigos casi una centena de lúcidos lectores. Para todos los que no pudieron asistir, he aquí el texto que preparé para la ocasión.

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Alimentar el miedo
Roberto Coria

Compartir esta ocasión al lado de entrañables amigos que admiro en lo personal y profesional –Bernardo Fernández BEF y Alberto Chimal- y con todos ustedes, devotos de la literatura, escuchar la dramatización que hace unos momentos hizo la maravillosa Elena de Haro, son motivos de incontables satisfacciones. Como ya saben nos reúne la presentación oficial de la nueva novela de Norma Lazo, El mecanismo del miedo (Mondadori, 2010). Que su artífice me haya invitado para comentarla me llena de felicidad, no sólo porque nos hermanen obsesiones ni porque la aprecie profundamente, sino porque el libro es un triunfo para la imaginación y una valiosa aportación para todo el que se atreva a internarse en los territorios fantásticos. Si la literatura es la infancia recuperada a voluntad, como decía Baudelaire, la historia permite al lector retroceder a una época plena de inocencia donde lo maravilloso es posible. La vasta biblioteca de Doña Eduviges Berenguer –y a ella rindo toda la veneración del mundo- contiene títulos esenciales de mi primer educación sentimental con quienes inicié un romance que se fortalece día con día –El castillo de Otranto de Horace Walpole, El monje de Matthew Gregory Lewis, Frankenstein de Mary Shelley, La caída de la casa Usher de Edgar Allan Poe, El vampiro de John William Polidori, Drácula de Bram Stoker, Las leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer, Thanatopia de Rubén Darío y un enorme etcétera-. Entre sus volúmenes destaca, y tiene un lugar privilegiado en la trama, El Horla de Guy de Maupassant, estupendo descenso epistolar a la locura y el miedo. Si esta última, como aseguraba Howard Phillips Lovecraft, –cuya aportación al género la autora reconoce y celebra- es “la primera y más poderosa de las emociones humanas”, la autora plantea una clara división de las razones que lo producen en el individuo. En la dedicatoria que me ofreciste cuando me entregaste el libro, Norma, mencionaste la importancia del “miedo bueno en una época plagada de miedo malo”. El mecanismo del miedo tiene la virtud de disertar sobre esta urgencia en un momento donde decapitaciones, secuestros, ejecuciones y demás masacres dominan los titulares de los medios de comunicación y amenazan con insensibilizarnos. El miedo que produce la página impresa, al igual que el cine, la televisión o los videojuegos, nos permite experimentarlo de una forma sana y segura y, por qué no, disfrutarlo. En el libro este miedo asegura el equilibrio en nuestro universo y demuestra que el escritor de horror es tan importante, necesario y digno como un médico o un abogado. Como lúcidamente se preguntó Clive Barker, “¿por qué susurrar su nombre (del miedo)? Abracémoslo”.

La novela El mecanismo del miedo, ambientada en una época y un lugar reconocibles –he ahí otro de sus aciertos-, nos habla de la incapacidad de muchas personas para convivir con lo diferente, de los discursos de odio de figuras que deberían promover la convivencia armónica, de las atrocidades que históricamente se han cometido contra personas cuya única culpa era respetar su entorno. Todos debemos defender nuestra libertad de leer obras aunque muchos las asocien con la perversidad y la ignorancia. Podemos hacerlo con la certeza de que son metáforas que nos enseñan sobre la condición humana. El libro de Norma nos demuestra, como dijo un sabio, que “la razón y la imaginación son los ojos de la inteligencia”. También nos habla sobre la congruencia y el respeto, sobre ser fieles a nuestra esencia. Confiesa la protagonista: “nunca me avergoncé de ser una bruja, ni renegué ni le di la espalda a mi linaje”. El suyo sin duda es un ejemplo a seguir.

Gracias, Norma Lazo, por escribir El mecanismo del miedo. Una entrañable amiga –que se encuentra en esta sala-, mujer madura y sensible que devoró el texto, me dijo que una noche, durante la lectura, escuchó los mismos ruidos que inquietaron a la heroína del libro, reunió valor para mirar debajo de su cama y al no conseguirlo tuvo que ir a dormir con su mamá por el miedo que le produjo. Sin duda éste no es sólo el mejor halago a tu creación, sino una ofrenda que tranquilizó a las sombras que viven del otro lado del espejo.
Remato con una pregunta inevitable: ¿cuándo entregarás a tus admiradores –entre quienes me sumo- una secuela?
Muchas gracias.

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Post scriptum

En su intervención, Bernardo Fernández BEF alabó la forma en que la novela atrapa a sus lectores, “los niños de la generación Wii no toleran un mal primer párrafo” y celebró el encanto del relato de horror: “los niños tienen el derecho inalienable de asustarse con lo que son capaces de imaginar”. Alberto Chimal recordó un pasaje de la historia donde una turba de padres iracundos reclama a la abuela de la protagonista por inducir a sus pupilos a leer relatos de miedo, “la imaginación no nos hace la vida más fácil, nos hace más humanos”. En la obligatoria ronda de preguntas y respuestas la autora habló de la evolución de los miedos del niño. Su resorte dramático fue un artículo periodístico, publicado cuatro años atrás, que revelaba que el principal temor de los infantes encuestados era ser secuestrados. A este respecto, y sobre aquello del “miedo bueno y miedo malo”, El mecanismo del miedo se permite incluir una subtrama que habla muy bien de la verdadera maldad y de la incomprensión de las personas hacia lo que no comprenden.

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