miércoles, 30 de mayo de 2012

Cría cuervos...


No esperaba ver un documental de Discovery channel, ni un especial de Biography. Sabía perfectamente que asistía a una película que partía de hechos y personajes de la vida real y los entremezclaba con elementos de ficción. Hace unas semanas hablé sobre esta posibilidad como un recurso legítimo en las bellas artes. Pero creo que aprovecharse de la Historia exige que el juego de la imaginación pueda acoplarse de manera convincente a eventos que son casi del conocimiento popular. Eso es indispensable al tratarse de figuras como Edgar Allan Poe.
Salí con sentimientos encontrados de la sala de cine luego de ver El cuervo, guía para un asesino (James McTeigue, 2012). El guión de Ben Livingston y Hannah Shakespeare hace un recuento de los últimos días de vida del poeta maldito y, como si no bastara la tragedia en que se veía inmerso, cruza su camino con un asesino. Un asesino en serie, como dicen los periódicos en la cinta, aunque en esa época no se acuñara el término. Así Poe (John Cusack) es reclutado por el letrado Inspector Emmet Fields (Luke Evans) para detener a un imitador que acaba con sus víctimas según lo planteado por el artista en sus cuentos.
La premisa en sí no parece mala. Logró atraerme en primer momento. Del  resultado no estoy tan seguro. Encontré como primera barrera al protagonista, quien no captura la esencia melancólica y fatal de Poe y usa, además de todo, una “barba de candado” al más puro estilo de la de Robert Downey, Jr., en Ironman (y secuela) y Los Vengadores. Muchos podrían acusarme de purista o exagerado, pero creo que en proyectos semejantes el respeto por los pequeños detalles otorga credibilidad. En las escasas fotografías que se conocen de él, nunca utilizó un aspecto semejante.
Concedo que la fotografía de Danny Ruhlmann y el diseño de arte de Roger Ford son competentes. También la recreación de los crímenes de Poe que van de los cometidos en Los asesinatos de la Calle Morgue, El entierro prematuro, El Misterio de Marie Roget, La máscara de la Muerte Roja. Sin embargo el demente que roba su nombre artístico de su poema más memorable, El cuervo, y su historia romántica (porque Poe si iba a casarse antes de su misteriosas muerte) hicieron que la cinta no me cautivara como deseaba. Acaso lo mejor es que el libreto trata de darle sentido a la exigencia final del héroe (que trajeran ante sí a Reynolds) y que Griswold (en clara alusión a Rufus Griswold, detractor y parásito del Maestro) haya encontrado un fin terrible según lo imaginó en El pozo y el péndulo. Debió dolerle. Y me alegro.

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