miércoles, 9 de mayo de 2012

Deuda de sangre


Han pasado 20 años desde su estreno. He hablado ampliamente de ella en mis cursos. La veo de nuevo casi cada vez que la transmiten en televisión. Pero apenas hoy escribo sobre Drácula de Bram Stoker, la cinta de 1992 dirigida por Francis Ford Coppola. Comprobé su perdurabilidad la noche del pasado 19 de abril, cuando Radio UNAM la programó en un maratón de cine que honraba la memoria de su autor en el centenario de su entrada a la inmortalidad. Esto fue en su sala Julián Carrillo, un foro con capacidad de casi 250 personas. Tuve el honor de presentarla. Contra lo que anticipaba –a pesar de la hora, el difícil acceso y de ser un espacio donde no se acostumbra exhibir cine- el auditorio estaba casi lleno. Esto fue motivo de mi más grata sorpresa: una película reconocida, que puede conseguirse con gran facilidad en DVD, reunió a tantas personas para disfrutarla en pantalla grande, como una experiencia colectiva –así debe ser el cine- y con la complicidad de la oscuridad –como demanda todo buen vampiro-. Me emocionaba pensar que en los últimos momentos del metraje, cuando la valiente cofradía internacional de cazadores vampiros cabalgaran para restaurar el bien, el reloj marcaría la medianoche. No pude comprobarlo, pues tan pronto terminé mi introducción tuve que subir a los estudios para participar en el aniversario de Carpe noctem, el programa conducido por Zeltzin Miquixtli y Zanoni Blanco. Pero esa es otra historia.
¿Cómo hacerle justicia a esta película entrañable? Para comenzar diré, sin duda alguna, que es la adaptación más fiel de la ya clásica novela (haciendo a un lado la historia de amor). No sólo por su narrativa –epistolar, como la propuso Bram Stoker, a través de entradas de diarios, grabaciones fonográficas, reportes periodísticos-, el respeto a sus personajes principales –es la primera vez que se incluyó a Quicey Morris (Bill Campbell)-, subtemas y espíritu general. De esto –no ser fieles al libro- no puede  culparse a sus adaptaciones previas, como las protagonizadas por Bela Lugosi o Frank Langella, si tenemos en cuenta que se basan en la pieza teatral de  Hamilton Deane y John L. Balderston. El Drácula de Coppola es una película redonda, casi perfecta. Cuenta (y perdón por el abuso de adjetivos) con un grandioso guión de James V. Hart, excelentes actuaciones, un estupendo diseño de producción de Thomas Sanders, un magnífico diseño de arte de Andrew Precht, una fotografía sobresaliente de Michael Ballhaus, un vestuario exquisito de Eiko Ishioka, una poderosa partitura de Wojciech Kilar –que usaron incluso en American horror story- todo bajo la dirección de un maestro de la cinematografía contemporánea. De cada aspecto podría hablar ampliamente, pero trataré de mesurarme y mencionaré sólo de algunos.
El guión de Hart es preciso, fiel a la atmósfera y contenidos subyacentes planteados por el autor irlandés. Especialmente en lo relativo al contenido sexual no descubierto por los lectores de su tiempo. Por momentos es como un sueño erótico; por otros como una pesadilla. La escena donde las tras novias vampiro (Monica Bellucci, Michaela Bercu y Florina Kendrick) seducen a Jonathan Harker (Keanu Reeves) es inquietante, una violación tumultuaria, como cuando Jack Seward (Richard E. Grant), Arthur Holmwood (Cary Elwes), Quincey Morris y Abraham Van Helsing (Anthony Hopkins) clavan una estaca a la vampirizada Lucy Westenra (Sadie Frost). Tiene muchos momentos afortunados,  como ese declarado homenaje a los albores del cine –que nació como el inmortal vampiro transilvano en el ocaso de siglo antepasado-, las mención a otra brave new woman como Marie Curie, ese anunciante callejero que promovía a Henry Irvingel hombre que fue Drácula- en el Teatro Lyceum o la alusión necesaria al Hada Verde del Ajenjo. El guionista también se toma la libertad de dar al relato un prólogo, donde nos presenta inequívocamente la identidad del malvado protagonista, cosa que sólo se insinúa en la novela de Stoker. Esto era inevitable considerando el peso de su referente histórico –el Voivoda Vlad Drácula- y ya había ocurrido antes en esa versión de Dan Curtis (1974) estelarizada por Jack Palance (que por cierto cuenta con un guión de Richard Matheson). También están sus narraciones paralelas –muy usadas por Coppola en su trilogía El Padrino-, como la boda de los Harker y la primera muerte de Lucy. Si algo le reproché en su momento es su historia de amor interrumpido. Con el tiempo la comprendí como una necesidad comercial de Columbia Pictures. La verdad, a la distancia, no me disgusta.
El vestuario de Ishioka, que le valió con justicia un premio Óscar, es rico en texturas, colores y simbolismos. Prescinde del frac, el medallón y la capa negra que todos conocemos para moverse en una dirección más acorde al relato. Por ejemplo, la primera capa de Drácula. Roja, que en esa toma en picada semeja una gran gota de sangre, o el vestuario de Mina dominado por tonos verdes, asociado con la vida y en algunas culturas con el amor y el deseo carnal.
Y por supuesto está su elenco. Por un lado, los matices inexpresivos de Keanu Reeves son perfectos para su personaje: un caballero victoriano reprimido, poco emotivo. En el otro está el verdadero protagonista, el Conde Drácula, interpretado por Gary Oldman, uno de los más talentosos actores de su generación, capaz de mostrarnos tragedia, carisma, pasión y la más genuina malevolencia. Y una mención especial para Hopkins, quien se hizo merecedor del papel luego de su laureada actuación como Hannibal Lecter en El silencio de inocentes.
En fin. Nos encontramos ante una película irrepetible. Por eso me preocupa la venidera adaptación de Dario Argento que, aún con sus triunfos pasados e incontables méritos, dudo pueda superarla.  La de Coppola es la versión definitiva.
           

1 comentario:

  1. si bien esta película tiene de pronto algunas libertades creativas y un pequeño contra con el que coincido (historiadeamor), y de pronto sentí al verlo la primera vez cierta... aversión; debo decir que me gusta y que tiene escenas memorables y maravillosas.

    Lo de que están planeando una nueva versión no lo sabía... y uno bien sabe que a veces los remakes son una mentada...Como eso de que estan planeando hacer un remake de The Mummy, y de Van Helsing...

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