martes, 2 de julio de 2013

De cómo el mundo casi terminó (a causa de los zombis), segunda parte

***Advertencia. Lo que sigue contiene información que puede estropear el goce de la película a la que alude el texto. Se recomienda discreción al lector***.
Hace tres años elaboré una clasificación de las películas de desastre, y Guerra Mundial Z (Marc Foster, 2013) puede ubicarse sin problemas en el punto 2.1.1 de mi escala, el que reservo para aquellos causados por el hombre en su modalidad de desastres químicos y epidemias (perdón por el plagio deliberado, Dr. Michael Stone). El póster que presento, que incluye al héroe, su familia, muchísimos zombis y una ciudad en llamas lo anticipa. Esto demuestra que el guión de Matthew Michael Carnahan, Drew Goddard y Damon Lindelof reproduce una fórmula que ha demostrado su efectividad. E insisto, como tal es disfrutable y no me causó ningún tipo de molestia. Lo recuerdo a continuación:
                                                                                                            

  1. La presentación. Los protagonistas, uno por uno, se presentan ante nosotros, con sus conflictos personales, manías y fobias, con el fin de ganar nuestra simpatía o despertar nuestra más profunda aversión. En este caso, conocemos a Gerry Lane (Brad Pitt), quien desayuna apaciblemente con su esposa Karin (Mireille Enos) y sus hijitas Rachel (Abigail Hargrove) y  Constance (Sterling Jerins) en su hogar suburbano en Philadelphia.
  2. Los avisos. El fenómeno destructor, causado o no por el hombre, comienza a anticipar su llegada. Los protagonistas pasan por alto estas advertencias. Aquí la familia Lane se entera de epidemias que se piensa son causadas por rabia en varios países. Naturalmente hacen caso omiso. Está apurados para pasar el día en la ciudad.
  3. El desastre. Se desata la destrucción. Vemos muchas muertes. Nuestros protagonistas emprenden un peregrinar lleno de riesgos para asegurar su supervivencia. La escena que vimos desde los avances, donde reina el caos. Los Lane escapan milagrosamente y buscan refugio y medicinas para su hija asmática. Gerry contacta a un viejo amigo del trabajo Thierry Umutoni (Fana Mokoena), quien resulta ser el Secretario General Adjunto de la las Naciones Unidas. El amoroso padre de familia fue un “martillo” de la Organización y es obligado a salir del retiro.
  4. La depuración. Varios de nuestros protagonistas mueren. Algunos heroicamente, otros por azares del destino, unos pocos porque lo merecen (según el espectador). El rescate en helicóptero (que también conocemos en los avaces), donde un joven personaje se suma como causa de la necedad.
  5. La resolución. El ánimo de los protagonistas parece desmoronarse, pero sacan fuerza de flaqueza. Están resueltos a sobrevivir. Desde la seguridad del océano, se reconoce la magnitud y peligro del fenómeno (que también vemos en los cortos) y se inicia una estrategia para enfrentarlo.
  6. La inyección de emoción. Para aumentar la tensión, el fenómeno destructor ataca de nuevo (una réplica de terremoto, la segunda erupción de un volcán, o un nuevo ataque extraterrestre, por ejemplo), pero nuestros héroes siguen adelante, facilitada su odisea con el costo humano de un valiente. Gerry, un epidemiólogo (sólo uno) y un pequeño comando militar inicia un viaje alrededor del mundo, de Corea del Sur a Israel, “siguiendo las migajas”. Hay peligros al por mayor, muchas bajas y amputaciones.
  7. La luz al final del túnel. Luego de la tormenta viene la calma. Nuestros héroes –los sobrevivientes- recuperan la paz que el fenómeno destructor les arrebató. Casi siempre resuelven sus dramas individuales (conflictos de pareja, filiales o de trabajo) gracias a la experiencia. Gerry y una militar sobreviviente logran llegar milagrosamente a un laboratorio en Inglaterra, donde hace un sesudo descubrimiento –como en una película de M. Night Shyamalan- que salvará el día. Se reúne con su familia y la armonía en el clan se reestablece, pese a que “sólo han obtenido tiempo adicional”. 

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