miércoles, 23 de diciembre de 2009

El tapiz del vampiro

Como antecedente notable de Vampire, the masquerade, Susie McKee Charnas se aventuró más allá en su serie de relatos compilados como The vampire tapestry (1986). La autora nos presenta a un vampiro completamente diferente del que conocemos y, más allá, pretende dar una explicación biológica de su ser. Weyland, el vampiro que se hace pasar como un respetable y excéntrico profesor universitario que investiga trastornos del sueño, nos habla de su naturaleza:
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El vampiro corpóreo, de existir, sería por definición el mayor de todos los depredadores, dado que estaría viviendo en lo más alto de la cadena alimenticia. El hombre es el animal más peligroso, el que devora o destruye a todos los demás, y el vampiro tiene al hombre por presa. Cualquier vampiro inteligente decidiría evitar los riesgos inherentes en el ataque a los seres humanos consumiendo la sangre de animales inferiores, si le fuera posible; por lo tanto, debemos suponer que nuestro vampiro no puede hacer tal cosa. Quizá la sangre animal sea capaz de ayudarle a subsistir durante un tiempo, igual que el agua de mar puede mantener con vida a un náufrago durante unos cuantos días, pero no puede reemplazar de forma permanente el agua dulce para beber. La humanidad seguiría siendo el ganado del vampiro, aunque resultaría un ganado bastante peligroso y difícil de tratar, y allí donde viva ésta debe vivir él.
En el mundo antiguo, escasamente poblado, tendría que permanecer junto a una ciudad o aldea para asegurarse su provisión de alimento. Tendría que aprender a vivir con el mínimo posible, quizá medio litro de sangre al día, dado que le resultaría incómodo ir dejando un rastro de cadáveres sin sangre y no podría esperar pasar desapercibido si lo hiciera. Periódicamente, debería marcharse para su propia seguridad y para darles a los habitantes del lugar tiempo en el que se recobrase de sus depredaciones. Un sueño que durara varias generaciones le proporcionaría una población ignorante e intacta situada en el mismo lugar. Debe ser capaz, por tanto, de hacer más lento su metabolismo, de inducir en sí mismo y en forma natural un estado de animación suspendida. La movilidad en el tiempo se convertiría, pues, en su alternativa a la movilidad del espacio.
Durante esos largos periodos de reposo es posible que al haberse vuelto más lentas las funciones corporales del vampiro le sirva para prolongar su vida; y lo mismo podría ocurrir al tener que subsistir durante largos periodos, despierto o dormido, al borde del hambre. Sabemos que una alimentación mínima produce una sorprendente longevidad en algunas otras especies. Una vida larga sería una alternativa más que deseable a la reproducción; floreciendo en su grado máximo cuanto menor fuera la competencia, el gran depredador no sentiría deseo alguno de engendrar sus propios rivales. Por lo tanto, no podría ser cierto que su mordisco convirtiera a sus víctimas en vampiros, como él mismo... [...]
Los colmillos son demasiado fáciles de ver y no resultan suficientes para chupar la sangre. Los caninos grandes y afilados han sido diseñados para desgarrar la carne. Algunas versiones polacas de la leyenda vampírica podrían acercarse más al blanco: hablan de alguna especie de ingenio punzante, quizá una aguja en la lengua semejante al aguijón de los insectos, la cual segregaría una sustancia anticoagulante. De ese modo, el vampiro podría pegar los labios a una herida mínima y sorber libremente la sangre de ella, en vez de estar obligado a desgarrar grandes y antieconómicos agujeros en su infortunada víctima. [...]
¿El vampiro dormiría en un ataúd? Ciertamente que no. ¿Lo haría usted si se le permitiera escoger? El vampiro corpóreo necesitaría un acceso físico al mundo, algo que todas las costumbres funerarias tienen por objeto evitar. Podría retirarse a una cueva o descansar en un árbol igual que merlín o que Ariel en su arbusto, suponiendo siempre que le fuera posible encontrar un árbol o una curva que estuviera a salvo de los amantes de la naturaleza y las excavadoras de las promotoras inmobiliarias. Encontrar un sitio donde descansar durante largo tiempo de forma segura es un problema obvio para nuestro vampiro en los tiempos modernos. [...]
Dado que en nuestra hipótesis hablamos de un ser natural y no de uno sobrenatural, envejece pero con mucha lentitud. [...]
Los hombres primitivos que encontraran por primera vez al vampiro no serían conscientes de que ellos eran productos de la evolución, y mucho menos de que también él lo era. Crearían historias para explicar su existencia e intentar controlarlo. En los primeros tiempos es posible que él mismo creyera en algunas de esas leyendas: la bala de plata, la estaca de roble, [el ajo, la cruz]...Cuando despertara para encontrarse en una era no tan crédula, abandonaría tales nociones, al igual que lo habían hecho todos los demás. Es posible que incluso llegara a sentir un apasionado interés, con el tiempo, hacia sus orígenes y evolución. [...]
En la naturaleza, los depredadores no se permiten el lujo de esas tristezas y melancolías románticas que los seres humanos les atribuyen. Nuestro vampiro no tendría tiempo para la melancolía. A cada nuevo despertar tiene más cosas que aprender.

1 comentario:

  1. sin duda una vision del vampiro muy interesante, he de decir que la ultima frase me agrado bastante.

    Felices fiestas

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