viernes, 30 de septiembre de 2011

¿Las segundas partes (literarias) pueden ser buenas?

Siempre he tenido opiniones enfrentadas por el trabajo de Stephen King. Su posición en el género horrorífico es indiscutible aunque a veces, como bien afirma mi querido amigo Ricardo Bernal, es “el equivalente a una Big Mac con queso”. Es autor de novelas entrañables (sobre todo en su primera época), como Carrie (1974), Salem´s Lot (1975, bautizada en estos rumbos como La hora del vampiro), Cujo (1981), Christine (1983) y El ciclo del hombre lobo (1983), entre muchísimas otras. Es también uno de los escritores más llevados al cine: entre los responsables de traducir sus pesadillas a la pantalla grande  destacan nombres como Stanley Kubrick, Brian De Palma, Tobe Hooper y Frank Darabont, que de ninguna manera son novatos en su oficio. Lo que más disfruto en tiempos recientes son sus cuentos, contenidos en antologías como Pesadillas y alucinaciones (1993) y Todo es eventual (2003). Y siempre será digno de mi reconocimiento su ensayo Danza macabra (1981), un erudito estudio del tema en la cultura occidental, de la misma forma en que lo hiciera Howard Phillips Lovecraft en El Horror sobrenatural en la literatura (1927).
Ahora King anunció, durante la ceremonia en que la Universidad George Mason le entregaba un merecido reconocimiento, que actualmente escribe la secuela de una de sus novelas más populares, El resplandor (1977), obra que aglutina algunos de sus temas más recurrentes (el escritor como personaje, el niño con facultades paranormales, la presión que convierte a un hombre bueno en malvado, la familia promedio enfrentada a lo sobrenatural, los lugares –casas u hoteles- que poseen una infame memoria). De todos sus trabajos la novela es uno de mis favoritos. Como dije antes, Stanley Kubrick la llevó al cine en 1980 y Mick Garris la transformó en una miniserie en 1997. Stephen Jones y Kim Newman la colocan en el lugar 77 en su libro Horror 100 best books (Carrol & Graf, 1998). En él Peter Straub, talentosísimo escritor estadounidense y compañero de King en muchas batallas, califica la novela como “una obra maestra”. Y Peter Straub es digno de todo crédito.
Cuando reproduje la noticia en mi muro de Facebook recibí comentarios entusiastas. Otras personas, como yo, tienen serias dudas. La máxima “las segundas partes nunca son buenas” no se cumple todas las ocasiones. Lo confirman, en el terreno del cine, Francis Ford Coppola con El Padrino, parte 2 (1974) o Christopher Nolan con Batman, el Caballero de la Noche (2008). Sucede algo distinto en la literatura, donde los resultados suelen ser catastróficos. Así pasó, por ejemplo, con la abominable continuación Drácula, el no muerto (Dacre Stoker, 2008), donde el heredero del afamado autor irlandés traiciona la obra canónica del vampirismo.
Me asaltan algunas preguntas. ¿Stephen King decidió retomar una de sus historias más afamadas para capitalizar su éxito? ¿Todo es por voracidad mercantilista? ¿Obedeció a un genuino impulso creativo? ¿Será tan buena como la novela original? King reveló que el texto se centrará en Danny Torrance, ahora un adulto que conserva sus poderes psíquicos y lucha con el terrorífico recuerdo se su célebre estancia en el Hotel Overlook. También que se enfrentaría a vampiros. Sólo podemos esperar y desear lo mejor. Que King no comulgue con los vampiros de Crepúsculo, es un buen inicio.   
                                              

2 comentarios:

  1. Las segundas partes pueden ser buenas y si hablamos de un escritor tan versatil como King esto es casi un hecho. No por esto he de reconocer que la segunda parte de Carrie no me gusto nada y por el contrario la segunda parte de Pet cementery mu gusto mas que la primera. Creo que el truco de las buenas segundas partes en este genero, donde varios personajes mueren, es alejarse un poo de los personajes y los escenarios de la primera entrega que es justo lo que hizo en Pet cementery y justo lo que no hizo en Carrie.

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  2. Seré cauto, estimado Círculo Escarlata. Tienes toda la razón y no puedo disimular mis expectativas. Mis mejores deseos.

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