miércoles, 1 de junio de 2011

Cierra sus puertas la Casa Poe

Una noticia que contrasta con la emoción de mi entrada anterior, es el cierre definitivo de la Casa Poe, recinto cultural que albergaba el hogar materno de mi querido amigo Vicente Quirarte. Tuvo intensas pruebas que reunieron a cientos de entusiastas y creyentes, como nosotros, que la oscuridad es otra luz. Fue un sueño que terminó antes que comenzara formalmente. Pero volveremos a soñar, sin duda. Vicente escribió esta nota, íntima y emotiva, que comparto con ustedes –con su amable permiso-, pues muchos de los amigos de este blog también lo fueron de la Casa Poe en algún momento.
Gracias, Casa Poe. Gracias a todos ustedes.
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Muy Noble y Leal Ciudad de México, 11 de mayo de 2011

Queridos amigos de la Casa Poe:

El día de hoy, a las 12:30 del día, en la Notaría llevamos a cabo la firma que convierte a Jaime Romandía Creel en nuevo dueño de la Casa Poe. El nombre de su compañía productora de sueños lleva por nombre Mantarraya, lo cual, en coincidencia con la carpa que evoca la forma de esa hada de los mares, es un buen augurio de que la casa queda en buenas manos.
           Fuimos romanos a partir de 1970, el año del mundial en México y del estreno de la línea del metro que transformaba el tiempo y el espacio entre el norte y el sur.  Nos mudamos a la Colonia Roma, a esa casa de principios del siglo XX que papá se encargó de remodelar. Llegamos con forzada alegría. Lejos de todo, pensábamos que el centro –el nuestro- era el único lugar para vivir, y a él regresábamos con cualquier pretexto, como lo sigo haciendo hasta la fecha, aunque muchos de mis lugares ya no me reconozcan. Poco a poco la casa y el barrio nos fueron haciendo suyos hasta que comprendimos que la Roma era el único lugar para vivir. Y para morir. En la funeraria El Ángel de la calle de Tonalá hemos concentrado el dolor tribal de las sucesivas partidas.
         Los sismos de 1985 nos encontraron en nuestra colonia, una de las más castigadas por la incesante Tierra. Nuevamente remodelada tras la muerte de nuestros padres, la casa emprende otras navegaciones, gobernadas por nuevos capitanes. La llamábamos, con arisca ternura, Casa Usher. Luego se llamó Casa Poe. Nos hemos llevado casi todo. Sus fantasmas se salieron, desde antes, con nosotros.
         En nombre de mis hermanos y particularmente del mío, quiero agradecer las muestras de amor, solidaridad y talento que pusiste en esos muros que para nosotros fue, originalmente, una casa familiar y gracias a ti adquirió otros vuelos. Lo que en ella dejaste permitirá que la casa siga latiendo con mayor fuerza en el corazón de la Roma. 

Te abraza

Vicente Quirarte

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