martes, 28 de junio de 2011

¿Quién quiere vivir para siempre?

La reciente muerte –sea o no de este universo- de Peter Parker, alias El Hombre Araña, me hizo pensar en el ancestral anhelo de la inmortalidad. Pareciera que en nuestros días la juventud es un valor, no un momento del crecimiento –físico, intelectual y emocional- del hombre: me sucede con relativa frecuencia en el supermercado que al dirigirme, como gesto de respeto, como señor a los jóvenes empacadores –que tienen en promedio entre 15 y 17 años-, éstos me corrigen con vehemencia, “no me diga señor, no estoy viejo”. Si tienen dudas, pregunten a los cirujanos plásticos o lean las estadísticas de personas de ambos sexos que se someten a procedimientos cosméticos. Ese es uno de los aspectos que distinguen a Peter Pan, el niño eterno, o que volvieron increíblemente popular a la serie de libros Crepúsculo. La juventud imperecedera es una de las promesas del vampiro. Por eso es un personaje tan atractivo para los nuevos lectores.
Desde las crónicas griegas de Herodoto y las historias sobre el explorador español Juan Ponce de León y su búsqueda por la Fuente de la Eterna Juventud, hasta especímenes como de la reciente serie de novelas de Guillermo del Toro y Chuck Hogan con su billonario Palmer Eldritch –que tanto me recuerda al Dietter de la Guardia que encarnara Claudio Brook en La invención de Cronos (Guillermo del Toro, 1992)- o la más reciente entrega de la saga de cintas Piratas del Caribe, el imaginario colectivo y las bellas artes se han alimentado esta preocupación humana, tan antigua como el hombre mismo. ¿Quién quiere vivir para siempre?, nos pregunta Freddie Mercury, quien ya es eterno, a través de una de las interpretaciones más populares del cuarteto británico Queen.
Esta canción es parte de la banda sonora que la agrupación compuso para la película Highlander, dirigida en 1986 por Russell Mulcahy. El guión de Gregory Widen inicia en las tierras altas de Escocia en el año de 1536 con Connor MacLeod (Christopher Lambert), miembro del clan MacLeod, muerto en combate y reanimado posteriormente pues forma parte de un grupo de inmortales. Él y sus hermanos libran una guerra secreta que se extiende hasta nuestros días. “Al final, sólo quedará uno”, aseguran. La cinta se convirtió en objeto de culto y propició varias secuelas –poco afortunadas-. Cosa distinta ocurrió a la serie canadiense de televisión que desprendió, que seguía las aventuras de un familiar de Connor, Duncan MacLeod (Adrian Paul). Highlander es también parte de las recomendaciones que Mark Rein Hagen hace a los jugadores de Vampire, the masquerade, el llamado juego de horror personal, para ambientarse en las dificultades de no morir jamás.
Ese privilegio debe ser, en realidad, una maldición. ¿Imaginan ver morir a todos sus seres amados, al mundo que conocieron y en el que se formaron? No debe ser grato. Por eso, como dicen algunos, lo que importa es el aquí y el ahora.

1 comentario:

  1. Pues a mí si me gustaría vivir para siempre, sí, sería feo ver morir a mucha gente cercana, pero igual conocería a otras en las generaciones posteriores, no creo que fuera malo en realidad, la experiencia aplicada a lo largo de los siglos en una sola persona sería de mucho provecho y de todas formas, hay gente que muere a nuestro lado y duele igual siendo o no inmortal.

    Saludos mi estimado Roberto...

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