Ayer inició la segunda temporada de The walking dead, la teleserie creada por Frank Darabont a partir de la serie de cómics de Robert Kirkman, Tony Moore y Charlie Adlard. Esto se convirtió en un evento debido a que el zombi ha demostrado su rentabilidad como personaje de ficción. Aquí he hablado extensamente de las razones de su atractivo. El programa ha sido nominado a numerosos premios y recibido alabanzas de la crítica especializada. Muchos pueden cuestionar esto pues, básicamente, se trata de una historia que hemos visto en incontables ocasiones. Es un drama de supervivencia mil veces narrado y al que estamos familiarizados por contemplar cientos de películas de desastres. Precisamente he ahí su encanto.
La historia sigue a Rick Grimes (Andrew Lincoln) un asistente del comisario de King County, Georgia (en los cómics es del pequeño pueblo de Chyntiana, Kentucky, pero eso es lo de menos), que es herido en cumplimiento del deber y entra en estado de coma. Meses después despierta y se encuentra con un escenario apocalíptico. Los muertos caminan. Emprende entonces la búsqueda de su esposa (Sarah Wayne Callies) e hijo (Chandler Riggs), y en el camino se convierte en la cabeza de un variopinto grupo de supervivientes. Su lucha por escapar de las garras de los caminantes (¿por qué no les llaman zombis, si la cultura popular es tan poderosa?) se convierte en el eje de la trama. Una mujer dependiente de su hermana, un anciano ávido de compañía, una mujer golpeada por su marido, un par de hermanos con tendencias criminales, un nerd oriental y un triángulo amoroso crean el verdadero conflicto del programa. Los zombis (caminantes, perdón) son una amenaza siempre presente, pero sus desencuentros sólo vuelven más vulnerables a los desafortunados personajes. ¿No es esa la naturaleza humana? La serie aporta poco a la figura del zombi moderno tal como la estableció George A. Romero en 1968 y se encuentra muy en deuda con Exterminio (28 days later, 2002, Danny Boyle). De hecho podría leerse como lo sucedido en Estados Unidos en el momento del brote de esa película. Acaso puede ser fresca la idea de embarrarse con vísceras de muerto para mimetizarse entre la horda de zombis. Pero ya vimos eso en Mimic (Guillermo del Toro, 1997). Algo digno de reconocérsele es romper estereotipos. Los que parecieran desalmados vándalos hispanos son sólo otros humanos que luchan por sobrevivir. En el último episodio de su primera temporada logran llegar a las instalaciones del Centro de Control de Enfermedades de Atlanta, Georgia, y ahí enfrentan su desalentador futuro. No obstante Rick y su grupo deciden seguir adelante. Nuevamente, naturaleza humana.
En las siguientes semanas les acompañaremos en su odisea. Es curioso que escriba esto a días de conocer al mismo George Romero en el Hallow Fest 2011 y de enterarme que Zombieland, la popular película de 2009, se convertirá en una serie de televisión que pretende beneficiarse del fenómeno. Y es que, literalmente, hay zombis para todos.
estimado doctor Coria: como buen seguidor de su blog y del podcast de Horroris Causa estoy muy de acuerdo con usted con su comentario. (el siguiente parrafo contiene spoliers)
ResponderEliminaryo vi el estreno de la segunda temporada habiendo solamente visto el primer capitulo de la primera de The walking dead. Sinceramente la historia como bien menciona es la tipica que conocemos y de hecho el primer episodio de la serie no me gusto mucho.
pero este de la segunda temporada si, lo disfrute por los efectos especiales que maneja, la idea que manejan que los "caminantes" se unan en manada, cual animales que buscan comida para substitir y que estas manadas se dividan me parece interesante.
tambien el hecho de que haya problemas un tanto cuanto mas profundo por momentos que el simple hecho de sobrevivir, como cuando una de las chicas del grupo le reclama al anciano el haberla salvado de suicidarse, siendo su deseo de morir... la verdad es que si saben manejarla, podremoa tener un producto digno y que nos mantenga a la expectitativa de lo ocurre cada semana.
saludos
Completamente de acuerdo, Arturo. Ese es el drama al cual me refiero, el que hace interesante al programa. La discusión entre el anciano y la suicida refleja nuestra incapacidad para lidiar con la muerte, como el hijo que mantiene con vida a su padre moribundo por todos los medios, aún a costa del sufrimiento del afectado. Deseamos que el otro viva no por altruismo, sino por egoísmo. Ya veremos qué tal marcha el resto de la temporada. Gracias por regalarme tu tiempo y leerme. Un abrazo grande.
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