jueves, 4 de abril de 2013

Los muertos caminan, tercer acto.


Una advertencia: si no ha visto la serie, absténgase de leer lo siguiente.
Casi siempre las elevadas esperanzas restan brillo a cualquier experiencia. Al menos así me sucedió con el desenlace de la tercera temporada de la teleserie The Walking Dead, a la que me he referido ampliamente en el pasado. El resultado no fue malo en absoluto, pero el momento final del capítulo previo, desolador y terrible, los anuncios de su protagonista Andrew Lincoln en redes sociales –“en el episodio morirán 27 personas”- y los pronósticos de muchos de sus seguidores me hicieron esperar una conclusión espectacular. En general fue una buena temporada, mejor que la anterior y menor que la primera, en la que encuentro cuatro aspectos dignos de elogio:

1. El reencuentro de los hermanos Dixon, Daryl (Norman Reedus) y Merle (Michael Rooker), el primero convertido en una pieza esencial del grupo de supervivientes y el segundo en un villano al servicio de un grupo rival. En el caso de Daryl, es curiosa su creciente popularidad entre los espectadores. En Internet leí comentarios que iban desde “Daryl, hazme tuya” a “Daryl, quiero ser la madre de tus hijos”. Cuando concluyó la primera parte de la temporada, quedó en un riesgo grave. Pude entonces percibir una auténtica preocupación que tenía tiempo no atestiguaba. El atractivo del personaje radica en valores que se fortificaron en el transcurso de la trama, como la entrega, la solidaridad, la fortaleza y la integridad. Todas contrastaban desde su inicio con la personalidad de su hermano, cínico, poco escrupuloso. Un personaje repelente, al que se podía odiar. Él mismo hizo evidente su necesidad: “siempre se requiere alguien capaz de hacer el trabajo sucio”, de mancharse las manos –la mano-, de realzar la nobleza del héroe o evitar que la comprometa. Irónicamente Michonne (Danai Gurira) le dice que lo asume como una carga, lo que desnuda su esencia bondadosa. De acuerdo el planteamiento televisivo –los Dixon no tienen raíces en el cómic-, Merle crió a su hermano menor tras la muerte de su madre y lo protegió de su padre alcohólico y violento. De manera que algo bueno debió tener para transmitir valores tan sólidos a Daryl. Por eso su villanía se transforma al final en la más genuina empatía. Su destino, lamentable luego de su reivindicación, no dejó de provocarme pesar.
2. Phillip Blake (David Morrissey), nombrado respetuosamente por sus protegidos en el pueblo de Woodbury como El Gobernador.  Personaje carismático a primera vista, tiene una vocación secreta y una oscuridad que lo vuelven un peligro más grande que las hordas de zombis que caminan por la tierra. Luego de la segunda muerte de su amada hija, se transforma en un ser sediento de venganza, irracional y terrible como el mítico Capitán Ahab de Hermann Melville. Como él, está dos veces mutilado. “En este nuevo mundo, matas o mueres. O mueres y matas”, dice a su otrora vasallo Milton (Dallas Roberts) mientras le propina una golpiza. Su aspecto en las historietas, que me recuerda más a la imagen del actor Danny Trejo que al físico sajón de Morrissey, lo hace más amenazante. Perverso y sin remordimientos, era capaz de matar a sus propios defendidos cuando no obedecían sus deseos o mantener en cautiverio s sus enemigos, degradándolos física y psicológicamente (en su versión original es peor). Por esto fue lamentable que al final se convirtiera en un cliché, en un malvado de caricatura que perdiera el atractivo que confirma una certeza cotidiana: “temo más a los vivos que a los muertos”.
3. Carl Grimmes (Chandler Riggs), hijo de Rick (Lincoln) y Lori (Sarah Wayne Callies), chico que perdió su infancia al mismo tiempo que iniciara el Apocalipsis zombi. No sólo tuvo que dar una muerte piadosa a su progenitora, sino tomó un camino sin retorno. Mi amigo Jorge Báez lo resume bien: “el final de temporada de The Walking Dead me dio escalofríos, no por la muerte de algunos personajes. El episodio me golpeó emocionalmente porque fui testigo de la completa pérdida de inocencia de Carl, un niño de 11 años cuya realidad lo ha forzado a crecer demasiado rápido, a vivir en un mundo donde sobrevivir significa matar o dejar morir. Carl asesinó a un adolescente sin motivo. Al jalar el gatillo, no hubo duda en sus ojos. Este niño se puede convertir en algo peor que el Gobernador, la amenaza zombi ha dejado de ser importante”. Todo muy cierto. Ante la ausencia de una figura materna, con un padre anulado, el niño llega a la adolescencia en un mundo cruel y sin futuro. Lo que sucederá con él seguramente será importante en el desarrollo del relato.
4. Más zombis, más sangre y más acción. Los diletantes de lo sanguinolento se pudieron regocijar con la aguerrida Michonnee rebanando cabezas a diestra y siniestra con su ya famosa espada katana, con los héroes atravesando cráneos con varillas a través del enrejado o con Glenn (Steven Yeun) cortando dedos en busca de un anillo de compromiso. Lo mejor es que los zombis son un pretexto para hacer evidentes las virtudes y carencias de la naturaleza humana, sea el enfrentarlos por divertimento, el brindar refugio de ellos, el utilizarlos como un arma contra los oponentes o como una forma para aferrarse a la esperanza: el Gobernador mantiene secretamente a su hija reanimada, Milton hace estudios para tratar de devolver la racionalidad a los muertos. Todo es en vano.
La muerte de dos personajes principales (a los que no extrañaré), algunos secundarios y la inclusión de algunos nuevos sirven como anticipación de una cuarte temporada. Gale Anne Hurd, productora ejecutiva y co creadora del programa, confirmó esto y lanzó una advertencia: “la serie no terminará bien para todos”.

2 comentarios:

  1. Considero que a la temporada le sobraron capítulos, la primera parte de ésta última temporada fue bastante mejor que la segunda.

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  2. Cierto, Alemaf. Los episodios donde no hubo mucho movimiento fueron la calma que precedía a la tormenta. Pero el recuperar a personajes del pasado fue un buen toque. saludos.

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