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viernes, 6 de marzo de 2015

Cuéntame una de espías

En uno de tantos momentos afortunados de Kingsman: El Servicio Secreto (Mathew Vaughn 2014), dos actores ganadores del prestigiado premio Óscar discuten sobre las películas clásicas de espías, concretamente las del popular agente al Servicio Secreto de Su Majestad. Uno de ellos es Samuel L. Jackson, que encarna al malvado magnate de telecomunicaciones Richmond Valentine. El otro es Colin Firth, que da vida al intrépido Harry Hart, quien tiene el sobrenombre secreto de Galahad. Este último hace una afirmación sabia: “siempre pensé que las viejas películas de James Bond eran tan buenas como el villano que enfrentaba”. Ese diálogo define estupendamente el tono del quinto largometraje de Vaughn, un divertimento simple –sin pretensiones académicas ni teóricas- que busca dar un giro jovial a las viejas cintas de espías, trasladándolas vertiginosamente al siglo XXI. 
El guión que el mismo Vaugh escribió con Jane Goldman (responsable del libreto de La dama de negro) deja muy clara la procedencia inglesa de la dupla. Parten de The secret service (2012-2013), la serie de seis cómics escrita e ilustrada por sus paisanos Mark Millar y Dave Gibbons, respectivamente. Sobra decir que ambos cuentan con una sólida reputación en el medio de la historieta. Por el segundo siempre tendré una especial gratitud por las que creó al lado de Alan Moore, que incluyen títulos indispensables como Watchmen (1986-1987) y la que siempre me parecerá una de las mejores aventuras de Supermán, Para el hombre que lo tiene todo (1985). Muchos seguidores del cómic se indignarán, pues la adaptación fílmica sólo utiliza la trama básica del relato del que procede: un veterano agente del MI6 (la inteligencia británica) recluta a su problemático sobrino en una misión para salvar al mundo, con brutales y sangrientos detalles. Vaughn y Goldman eligen vincularlo a los Mitos Artúricos, presentándonos a una organización ultra secreta y poderosísima –los Kingsman del título- sin ninguna afiliación gubernamental que no deja de recordarnos lo que hemos visto en cintas como Se busca (Timur Bekmambetov, 2008, también basada en un cómic de Millar y J. G. Jones), Mini espías (Robert Rodríguez, 2001) e incluso a la saga creada por George Lucas que todos conocemos: el joven que descubre la procedencia excepcional de su padre y reclama su derecho de nacimiento.
En 1997, en una misión en el Medio Este, un agente en entrenamiento da su vida por proteger a su equipo. En reciprocidad, el líder del grupo, Galahad (Firth), da al hijo del héroe caído una medalla con la promesa de ayudarlo en cualquier momento. 17 años después el ahora joven Gary “Eggsy” Unwin (Taron Egerton) cobra la deuda, ingresando con la tutela de Galahad como candidato para ocupar el lugar de Lancelot (Jack Davenport), un miembro recientemente muerto de la organización. A cargo del casting se encuentra el sabio Merlín (Mark Strong), que rinde cuentas a Arhur (Sir Michael Caine). Él se encuentra a la cabeza de Kingsman, un grupo que opera independientemente con fondos económicos ilimitados y se oculta tras la fachada de una tradicional sastrería. Después de un arduo entrenamiento, se revela el nuevo reto: salvar al mundo de los planes genocidas del demente Valentine –que tiene serios problemas del habla-, cuyo guardaespaldas y sicaria Gazelle (Sofia Boutella), es una mortal artemarcialista con piernas prostéticas afiladas cual navajas, al estilo del maratonista Oscar Pistorius. En el cómic es un hombre, por cierto –y no usa prótesis-.
Lo que sigue es un banquete de excesos visuales, a veces políticamente incorrecto (“soy una puta católica, que actualmente disfruta una vida fuera del matrimonio con mi novio judío y negro que trabaja en una clínica militar de abortos. ¡Viva Satanás!), no apto para todas las sensibilidades. Lo demuestra la absurda censura que la misma distribuidora de la cinta, la 20th Century Fox, impuso en Latinoamérica por la masare ocurrida en una iglesia. En cambio muchos aficionados aplaudimos la aparición de Mark Hamill como el experto en el cambio climático James Arnold, en un curioso giro relacionado con el cómic –así se llama el villano y el actor aparece al inicio de la historieta-.
La aceptación que ha tenido la cinta en otras latitudes menos susceptibles consolida la posición de Vaughn: ha recaudado –hasta el momento- casi tres veces los poco más de 80 millones de dólares que costó. Esto garantizará una secuela en la que el director y guionista hará todo lo posible para que Colin Firth regrese. Porque el actor es definitivamente una de las fortalezas de la cinta. Evoca tiempos más simples, en que Roger Moore luchaba con los malos sin sudar, despeinarse ni arrugar su elegante indumentaria. Estamos en la puerta de una saga.

martes, 25 de junio de 2013

Crónicas del hombre de acero, primera parte

Antes de comenzar quiero dejar algo muy claro: nunca he sido un gran aficionado de Supermán. Quienes medianamente han seguido mi trayectoria saben que lo mío –lo mío- es Batman. Y el murciélago, uno de los héroes más interesantes por su humanidad y trágico pasado, nunca ha ocultado su desprecio por él, por más que se haya ganado su respeto y formen parte de una agrupación. Le dice “el boy scout”. Para mi la creación de Joe Shuster y Jerry Siegel fue concebida como un símbolo de Estados Unidos, defensor estricto del american way of life, que a pesar de proceder de otro planeta llevaba en su uniforme los colores del imperio. “Dios existe, y es estadounidense”, decía Alan Moore sobre su versión del personaje –el Dr. Manhattan- que hoy ocupa mi atención. El asesino Bill (David Carradine), en el díptico dirigido por Quentin Tarantino, resume bien su naturaleza: “Supermán no necesita una máscara. Clark Kent es su verdadero disfraz, con su actitud tímida, su traje de tres piezas y sus anteojos. Su verdadera identidad es la del héroe. Incluso su capa es la manta que lo arropó en su viaje a la tierra”. “¡Demonios! ¡Ninguno de los que le rodean se da cuenta! ¿Están todos ciegos?”, pensaba todo el tiempo desde mi niñez. Sus aventuras, divertidas, ingenuas y optimistas, estaban siempre marcadas por un sesgo tajante entre el “bien” y el “mal”, sin cabida para los grises tan normales de la vida real. De la misma manera que sus precursores clásicos, Supermán surgió del matrimonio del cielo y la tierra. Como el Mesías de cualquier religión, Supermán tiene un padre terrenal (el Sr. Kent, de Smallville) y uno celestial (Jor-El, de Kriptón). El dios Loki (Tom Hiddlestone) resume bien su posición. “Yo no tengo conflictos con ustedes, como una hormiga no tiene conflictos con una bota”. Curiosamente es su omnipotencia la que lo aleja del resto de los mortales. Ahí la necesidad de una kriptonita que lo haga vulnerable. Pero por sobre todas las cosas estaban su buen humor, bondad y buena voluntad para con sus protegidos. Detenía por igual a asaltabancos, terroristas, catástrofes naturales, amenazas extraterrestres y se daba tiempo para rescatar gatitos atrapados en lo alto de un árbol. Al final eso y su naturaleza imperialista me hicieron repelerlo. En retrospectiva, veo que ese es un juicio severo. Como otros héroes de su era defendió valores tan necesarios para las personas durante tiempos oscuros –la Segunda Guerra Mundial- y sirvió de vehículo propagandístico e ideologizante como el Capitán América. Y él no me caía –no me cae- tan mal. Sus inevitables saltos a otras expresiones artísticas hicieron eco de esto, desde los populares seriales radiofónicos, los cortometrajes que estelarizó, las caricaturas de los estudios Fleischer, su paso a la televisión –con el trágico George Reeves-, al cine y los videojuegos. Todos son temas de la discusión más amplia. Vean por ejemplo a la exitosa película –y sus inevitables continuaciones- protagonizada por Christopher Reeve, a la que más se liga al personaje. Su tono ligero –cómico en más de una ocasión- no da cabida a la seriedad. La gente piensa que así debe ser el héroe. Ese fue el principal error que cometió el cineasta Bryan Singer en Supermán regresa (2006): repetir estilísticamente –incluido su colorido disfraz y la partitura de John Williams- lo iniciado por Richard Donner en 1978. No puede llevarse a otros medios, al pie de la letra, lo propuesto en las páginas del cómic. Un buen planteamiento, como nos enseñó el propio Singer en Hombres X y Christopher Nolan en su reinvención de Batman –al menos e sus dos primeras películas-, exige llevar sus aventuras convincentemente a la realidad, trasladar su universo al nuestro. Esa tendencia es criticada por muchos, porque humaniza a titanes. Aunque admiramos sus proezas, creo que es el lado humano lo que los acerca a nosotros. La tendencia parece hacerlos más oscuros, agregar un poco de tintura negra a sus ropas y esencia. Eso fue lo que me hizo respetar al huérfano de Kriptón por primera vez. Su posición y méritos son incuestionables. Permitió la prosperidad y evolución del noveno arte y nos marcó culturalmente. Si él no existiría Batman o el Hombre Araña. En el mes de junio que transcurre cumple sus primeros 75 años de vida, porque estoy seguro nos sucederá a todos. Que el estudio que detenta sus derechos fílmicos y se ha beneficiado de él por varias décadas, Warner Brothers, haya decidido relanzarlo para celebrar la ocasión, con tal vigor y calidad, me pareció apropiado y justo. Esa es la forma en que los mitos cobran nueva vida y aseguran su vigencia. Pero sobre eso platicaré en breve.  

lunes, 15 de abril de 2013

De juguetes y zombis


En los últimos días he leído sobre la interacción que Robert Kirkman -creador de la popular historieta The Walking Dead y productor ejecutivo de su versión televisiva- tuvo con seguidores del programa, donde le hacían notar las similitudes con la trilogía fílmica Toy Story. Divertido, declaró lo siguiente:
Hay muchas coincidencias. Toy Story es una gran producción, es un honor ser comparado con ella, pero sí que es verdad que algunas similitudes son muy forzadas. He visto las tres películas (Toy Story) y es emocionante ver esos juguetes antropomórficos y su relación con los niños a los que pertenecen, pero no creo que haya ningún tipo de inspiración extraída para The Walking Dead.
Y como era de esperarse, casi al instante comenzaron a aparecer materiales en la red. Uno de los mejor logrados es una versión de sus créditos iniciales con los juguetes que bien conocemos, aderezado con el inquietante tema musical de Bear McCreary. Advierto. Causa adicción.


jueves, 24 de mayo de 2012

De dioses y monstruos



Un aspecto que deliberadamente dejé de lado cuando escribí sobre la exitosísima cinta Los Vengadores (TheAvengers, JossWhedon, 2012) es sin duda uno de los que más aplaudo: el antagonista. En más de una ocasión he manifestado mi afición por los villanos (los de la ficción). Son los que ponen “sabor al caldo”, los personajes más atractivos no sólo porque ofrecen el conflicto indispensable en toda obra, sino porque resaltan las virtudes del héroe y se mueven fuera de sus normas. “Somos iguales, pero tú eres más aburrido”, le dijo JimMoriarty (Andrew Scott) a Sherlock Holmes (BenedictCumberblacht) en la traslación del detective al nuevo milenio. Pero regresemos aLoki, el Dios del Caos. Esta es la primera ocasión que es llevado a la pantalla grande. La encarnación de Tom Hiddlestone es estupenda, a la altura de los grandes villanos del cómic y de tiempos recientes en el cine. Observemos su diálogo con la Viuda Negra (Scarlett Johansson), por ejemplo, que –guardando las distancias- no deja de recordarme al de HannibalLecter (Anthony Hopkins) y ClariceStarling (Jodie Foster) en el hospital psiquiátrico en Baltimore. El Loki que vemos en un ser despiadado, que se regodea por los demonios personales de sus inferiores. Su patetismo original, debidamente retratado en la cuestionable Thor (Kenneth Brannagh, 2010) es aquí el que alimenta un genuino deseo de venganza y superioridad, al grado de hacer un pacto con el Diablo (los Chitauri) para conseguir sus propósitos.
El discurso de Loki no es distinto al de muchos personajes de la vida real. “Ustedes nacieron para ser gobernados” y “una hormiga no tiene problemas ante una bota”, piensa. Ese pensamiento tiene sin duda parecido con muchos penosos momentos de nuestro pasado, hoy tan en riesgo de repetirse dado el clima electoral. Como en las marchas de los últimos días –en distintas partes del país- y ese hombre entrado en años de la película, muchos no estamos dispuestos a arrodillarnos ante el poder corrompido. Pese a su posición divina, al final Hulk le recuerda su realidad tras unos buenos azotes. “Dios debilucho”, le dice. Y el malvado sólo deja escapar un gemido.
Pero basta de superhéroes por el momento. Recuperaré la crítica que mi buen amigo Rafael Aviña publicó sobre el filme el pasado viernes 27 de abril en la sección Primera Fila del diario Reforma. Nos vemos la siguiente semana. Tengo un “cuervito” que comerme.
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Lucha de egos
Rafael Aviña

TheAvengers: Los Vengadores (EU, 2012) representa sin duda la reunión más importante de héroes emblemáticos de Marvel. Y el responsable directo de este asombro es JossWhedon, un realizador con una filmografía de bajo perfil.
Guionista de Buffy, la cazavampiros y creador de la teleserie homónima, del filme de ciencia ficción serie B Serenity y coguionista de Toystory, consigue uno de los relatos más entretenidos y sólidos de esa amplia saga dedicada a los superhéroes de la historieta.
En colaboración con su coargumentistaZackPenn, Whedon evita las farragosas presentaciones de los personajes y se va directo al punto, tomando como partida el legendario relato aparecido en septiembre de 1963 firmado por Stan Lee y Jack Kirby.
La primera sorpresa es que coloca en el centro de la acción a un villano en realidad aterrador y perturbado, a la altura de los guardianes del bien que le harán frente.
Loki (Tom Hiddlestone) –nada que ver con su papel en la fallida Thor- con ayuda de una raza alienígena: los Chitauris, logra apoderarse del Tesseract, artefacto con una energía capaz de destruir a la Tierra y recluta contra su voluntad al eficaz arquero Halcón (Jeremy Brenner) en la espectacular secuencia de arranque.
Lo que sigue, es la inminente incorporación de héroes para colaborar por el restablecimiento del orden y la paz mundial que comanda Nick Fury (Samuel L. Jackson).
No obstante, los elegidos: Capitán América (Chris Evans), ItonMan (Robert Downey, Jr.), Thor (Chris Hemsworth), Dr. Banner/Hulk (Mark Ruffalo) y NatashaRomanoff “Viuda Negra” (Scarlett Johansson), tendrán quue lidiar primero con sus propias personalidades complejas y divididas para aprender a trabajar en equipo: una misión más complicada que su lucha contra Loki.
A pesar de un guión que repite una fórmula establecida y algunas secuencias donde se notan las costuras a los efectos, TheAvengers: Los Vengadoresequilibra de manera perfecta un gran diseño de propucción (el cvaos final en Nueva York), una notable banda sonora de Alan Silvestri, una acción brutal, rítmica y siempre en ascenso.
A esto se suma la química de las distintas personalidades y, sobre todo, un humor ácido y constante, con IronMan a la cabeza y como sorpresa final, Hulk acaba robándose a los espectadores. 

miércoles, 22 de junio de 2011

Descansa en paz, Peter Parker

Desde mi más tierna infancia he admirado profundamente al Hombre Araña. A pesar que sus aventuras me han maravillado por casi cuatro décadas, no es mi héroe favorito. Ese honor, como bien saben, pertenece a otro personaje. Eso nunca me ha impedido reconocer la grandeza del arácnido, que ha rebasado las páginas de la historieta para propagarse a la televisión y el cine. Bien advirtió mi amigo Vicente Quirarte, "todos hemos deseado ser Supermán, pero todos hemos sido el Hombre Araña". Hoy se anunció la aparición -en Estados Unidos- del final del reportero gráfico convertido en héroe a manos de su archienemigo, el Duende Verde. A pesar que su deceso es importante, no surtió en mí el efecto que esperaba, ni siquiera en una de sus seguidoras más devotas. Esto se debe sin duda a que el asesinato de superhéroes es un fenómeno cíclico, producto sin duda de la baja en ventas y la pérdida paulatina del interés de los lectores. Nadie sabe lo que tiene hasta que lo ve perdido, dice la expresión popular.
La viñeta dada a conocer no deja de recordarme a la ya clásica, ideada en 1993 por Jon Bogdanove, Dennis Janke y Reuben Rude, donde una desconsolada Lois Lane abraza el cuerpo inerte del último hijo de Kripton, masacrado por el villano Doomsday.
Lo que los editores de Marvel pasan por alto es que los verdaderos héroes no mueren en el corazón de sus admiradores. Son inmortales.  "A prueba de balas", diría el "terrorista" conocido como V. Esperemos y veamos cuánto tiempo permanece muerto Peter Parker. No dejo de pensar que murió tras leer las reseñas del estreno de su aventura teatral. Por lo pronto, descansa en paz, Hombre Araña, el tiempo que te dejen.
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Y una nota de esperanza de mi buen amigo Jorge Grajales, " no creo que reviva en esta ocasión, simplemente porque no es el Peter Parker que todos conocemos, sino el del universo Ultimate. Ese que hace once años empezó con otra continuidad. Nada que ver con el Peter Parker del universo y continuidad "normal" de Marvel, el 616".Así que hay Hombre Araña para rato.