Pocos autores (literatos o cineastas) han logrado provocar la creación de adjetivos para referirse a su obra. Decimos burtoniano para designar elementos fantásticos con profundas influencias del cine expresionista, un colorido delirante, tintes macabros y perspectivas imposibles. El hombre que lo ha inspirado, Tim Burton, es decididamente uno de los artistas más talentosos e imaginativos de nuestra era. Nació el 25 de agosto de 1958 en el suburbio de Burbank, California, y manifestó desde edad temprana una afinidad natural para las artes. Sin embargo era un chico extraño; arrancaba las cabezas a sus soldados de juguete y se divertía aterrorizando a sus vecinitos asegurándoles que los ovnis habían aterrizado para conquistar el planeta. Para sobrellevar la normalidad de su entorno suburbano, encontró refugio en los cines cercanos a su casa, donde pasaba horas viendo viejas películas de horror. Ingresó en su adolescencia al Instituto de Artes de California, cunero de animadores patrocinado por los Estudios Walt Disney, y se unió posteriormente a sus filas. Dirigió un par de originales cortometrajes, Vincent y Frankenweenie, estupendos ensayos fílmicos que son el preludio de una brillante carrera.
La filmografía de Tim Burton en conjunto es un estupendo cuerpo de trabajo cinematográfico. Sólido y consistente en sus temas (la marginalidad, la soledad, lo extraño, la dualidad de la condición humana, la belleza interior y los límites que establece la sociedad), personajes, actores (como Almodóvar reunió un ensamble actoral que bien podríamos llamar los Chicos Burton, entre quienes brillan Johnny Depp, Danny de Vito, Jack Nicholson, Michael Keaton, Christopher Walken, etc.), ambientes, estética y técnica narrativa, reúne los elementos para ser calificado como cine de autor si bien es inminentemente comercial. Su producción mantiene profundos lazos con la literatura. Por ello no es extraño que su décimo cuarto largometraje sea una nueva revisión de las novelas clásicas de Lewis Carroll. De hecho es la elección ideal.
Antes de continuar debo jugar al abogado del diablo. Soy un entusiasta admirador del señor Burton. Se bien que muchos opinan que se ha edulcorado y ha comprometido su visión artística. Yo creo que los cambios de enfoque en su producción son congruentes con su evolución personal. Son épocas. Por ejemplo, El Gran Pez (2003) coincide con la muerte física de su padre y su inminente paternidad. El cadáver de la novia (2005) y Charlie y la fábrica de chocolate (también de 2005) son regalos a sus hijos y medios para reencontrarse con sus obsesiones infantiles.
Lo anterior hace que tenga opiniones tan encontradas de Alicia en el país de las maravillas (2010), su regreso al estudio cinematográfico que lo vio nacer.
La primera crítica que harán los puristas de la obra de Carroll –entre los que me sumo- es que es una muy libre adaptación de sus dos novelas sobre la pequeña Alicia y sus viajes a otros mundos. De hecho el guión de Linda Woolverton es una suerte de secuela que toma elementos de ambos libros, más semejante a Regreso a Oz (Walter Murch, 1985) o a Hook, el regreso del Capitán Garfio (Spielberg, 1991) que a las incontables adaptaciones literales de los relatos.
La historia es la siguiente: Alicia Kingleigh (Mia Wasikowska), soñadora joven de 19 años, se encuentra en la víspera de un matrimonio concertado con un insípido Lord, como sucede en El cadáver de la novia y ocurría tan frecuentemente en la Inglaterra victoriana donde se ambienta la cinta. En parte atemorizada por la manera en que la sociedad le exige que actúe (“tienes casi 20 años y ese hermoso rostro no durará para siempre”), también curiosa por la insólita aparición de un Conejo Blanco (Michael Sheen), huye de su fiesta de compromiso. En la persecución del mamífero cae en un agujero que la lleva a un extraño mundo subterráneo, donde crece y se encoge recurrentemente, habitado por seres igualmente extraños como un Sombrerero (Johnny Depp), los obesos gemelos Tweedledee y Tweedledum (voz de Matt Lucas), la oruga azul Absolem (voz de Alan Rickman), el evanescente Gato de Cheshire (voz de Stephen Fry), el pájaro dodo Ulileam (voz de Michael Gough), el sabueso Bayard (voz de Timothy Spall) y gobernado por la cabezona Reina Iracebeth (Elena Bonham Carter de Burton), quien acostumbra ordenar decapitaciones a diestra y siniestra con la ayuda de su pusilánime servidor/amante Ilosovic Stayne (Crispin Glover), alias la Sota de Corazones. Todo le parece a Alicia parte de un sueño recurrente. Al final la joven descubre que se trata de un recuerdo reprimido porque visitó el lugar cuando niña y se convierte en una suerte de Juana de Arco que tiene la misión de matar al monstruoso Jabberwocky (voz de Christopher Lee), terminar con el opresivo reinado de Iracebeth y restaurar a su hermana la Reina Blanca (Anne Hathaway) como legítima y benévola soberana.
El escenario parece el idóneo para que el señor Burton despliegue su imaginación, pero el resultado es una cinta convencional donde vemos muy poco del sello que distingue su obra; este aparece acaso en la playera de los gemelos, en la sonrisa del Gato de Cheshire y en algunos árboles del Inframundo. Parece que soy severo con una película que no es mala. Es incuestionable su flamante factura (le auguro numerosas nominaciones a importantes premios en rubros técnicos), con su delirante diseño de producción. También le agradezco algunas líneas brillantes (“algunas de las mejores personas están locas”). Pero por momentos parece que el Sombrerero de mister Depp, secundario en los relatos originales, creció argumentalmente para lucimiento del actor que lo interpreta (después de todo es el actor fetiche de Burton), con todo y un extravagante bailecito. No creo que todo sea culpa del director. Nos encontramos frente al producto de un estudio dispuesto a hacer todo tipo de concesiones en favor del éxito en taquilla, cosa que consiguió contundentemente. Irónico es que Walt Disney ya haya producido una versión animada del relato (Clyde Geronimi, 1951) que, según recuerdo, capturaba el onirismo y transmite al espectador la angustia del texto original. Lo decepcionante es que el señor Burton haya cedido a esta exigencia, más cuando tiene una reputación sólida y se encuentra en posición de imponer su visión creativa. Sobre todo porque el auténtico lector de Carroll, entre los que se encuentra el mismo Burton, aprecia el absurdo que caracteriza los libros, sus diálogos y situaciones sin sentido que son, como señaló André Bretón, cimientos del surrealismo y un auténtico festín para el psicoanálisis. En las obras originales, críticas claras a la razón y el rigor académico que dominaba el periodo victoriano, Lewis Carroll reflexionaba sobre los temores del niño en su transición a la pubertad, ese momento donde su persona aún no está definida, con sus incontables cambios corporales y anímicos. Ahora la Alicia Kingsleigh de Burton es una joven casadera que se reusa a abandonar la placidez de la juventud, con el temor implícito al inicio de la vida sexual, la sumisión a una figura masculina y la pérdida de su individualidad. El desenlace es el triunfo sobre los esquemas socialmente establecidos, donde aún hay lugar para lo maravilloso. Eso sin duda es lo más burtoniano de la cinta.
Terminaré diciendo que la película me gustó pero no me maravilló. Es difícil, pero debemos aceptar que al mejor cazador se le va la Liebre de Marzo.
Excelente reseña. A mí me gustó bastante la adaptación burtoniana, y es que para los que hemos leído los libros y visto las diferentes adaptaciones cinematográficas, es refrescante ver algo nuevo; que se tome la idea original y que se exploren diferentes caminos. La locura de los libros de Carroll sólo puede representarse en nuestras propias cabezas.
ResponderEliminarDebo manifestar mi desacuerdo con la opinión anterior ¿Es necesario reescribir las historias para darle un "nuevo sabor" o simplemente hacer un ejercicio de interpretación? (desde mi perspectiva la película debería llamarse "Como Alicia dejo de serlo", la película en sí es mala pero no es de extrañar (9 no puede calificarse de joya, tampoco la del barbero loco) Burton tuvo éxito porque supo vender un producto (de allí que gente lo idolatre más a que un verdadero genio como Jan Svankmajer). El pretencioso ejercicio del californiano naufraga por su propio peso, Alicia no es la Alicia de Carroll y sirve únicamente como un pretexto para construir un universo "alternativo" donde Depp asume un papel pseudoestelar que dejará satisfecha a la legión de seguidores de Burton y a los tantos detractores nos provocará un dolor de estomago al saber que semejante bodrio habrá hecho ganar millones a tan mal director.
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