lunes, 19 de abril de 2010

Un avance Mórbido

Mi amigo Pablo Guisa Koestinger, entusiasta del cine de horror y creador del Festival Internacional de Cine de Terror y Fantasía Mórbido que se celebra en el pueblo mágico de Tlalpujahua, Michoacán, acaba de invitarme a participar en su tercera emisión, dedicada esta vez a las máscaras y sus incontables significados en las culturas del planeta. Mi intervención versará sobre el tema criminal, cosa extraña, y su matrimonio con el cine. He aquí un pequeño avance de mi futura disertación. Ojalá nos veamos allá.

Máscaras y muerte
Tercer Festival Mórbido, Tlalpujahua, Michoacán.
Roberto Coria.
Resumen. En un momento del metraje de la reelaboración para el nuevo milenio de “La masacre de Texas” (Niespel, 2005), el enorme asesino conocido como Leatherface manufactura una máscara con la piel de su víctima anterior. Cuando ha terminado, retira de su cabeza la máscara que usaba previamente y se coloca la nueva. Antes de ello observamos su tétrico rostro grisáceo, carcomido por una enfermedad de la piel. Esta exhibición fue severamente criticada por los aficionados de la cinta original. En ella, dirigida por Tobe Hooper en 1974, el homicida jamás muestra su cara. Y tal vez eso sea lo más aterrador. Para Hooper el mal no tiene rostro, adopta el del fruto de sus apetitos. La vocación costurera de Leatherface está inspirada en la del granjero Edward Theodore Gein, quien en 1957 conmocionó a la sociedad estadounidense tras ser expuesta su carrera como sastre, necrófilo y homicida.
La máscara, en primera instancia, oculta la identidad y le ofrece anonimato y cierta libertad a quien la porta. Esta liberación no siempre es constructiva. En 1941 el psiquiatra estadounidense Hervey Cleckley acuñó el término “máscara de sanidad” para designar al disfraz que portan los psicópatas –o personas con trastorno antisocial de la personalidad- para aparentar normalidad y ser funcionales ante la sociedad. No porque sufran una deformidad física, sino mental. Tras el amoroso y caritativo hombre de familia que pretendía ser John Wayne Gacy se ocultaba el asesino confeso de 33 varones de entre 9 y 20 años de edad. Gacy no usaba una máscara para cometer sus crímenes, sino el maquillaje de un payaso como herramienta de seducción y una forma de mimetizarse socialmente.
Menos sutiles han sido otros asesinos que el cine de horror ha engendrado, representantes del género y auténticos mitos contemporáneos: el sanguinario Michael Myers, con su máscara de noche de brujas, quien obedece doblemente el llamado de la sangre, o Jason Voorhies y su máscara de hockey, víctima convertido en un imponente asesino sobrenatural.
El uso de las máscaras es un recurso frecuente del cine de horror y se sustenta en uno de los miedos más elementales: tememos lo que no vemos. Demuestran, como sabiamente advirtió un niño a su aterrada niñera, que “no puedes matar al coco”.

2 comentarios:

  1. Ojalá sea pronto su versión en el DF

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  2. Muy buena introducción al tema. Excelentes aportes como siempre Sr. Coria.


    Saludos

    PD: ¿donde puedo encontrar más información sobre ese festival de cine? Me gustaría ir, aunque sea en escoba...

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