viernes, 5 de noviembre de 2010

El viaje siempre posible

Una noche de julio de 1985 crucé el umbral, en compañía de mis padres, del desaparecido cine Dorado 70. Me llevaban a ver Volver al futuro, entusiasmado porque Steven Spielberg –mi ídolo entonces por Tiburón (1975) y E.T. (1982)- endosaba su nombre a la producción. Durante casi dos horas me reí, angustié, emocioné y comprobé –como el cinéfilo de 12 años que era- que el cine era una experiencia mágica. Hace unos días, gracias a un video que colocó en la red mi amigo Carlos del Río, cobré conciencia que habían pasado 25 años desde aquella velada inolvidable. En el video, extraído por algún devoto del celuloide, aparecieron los actores Michael J. Fox y Christopher Lloyd aceptando un Scream award, galardón otorgado por los seguidores del horror y la fantasía, por la trascendencia de la cinta. Y no puedo evitar confesar que ver a la dupla –el primero presa del terrible Mal de Parkinson-, la mezcla de la fabulosa partitura de Alan Silvestri y la música de Huey Lewis and the news acompañando segmentos notables de la película y el automóvil diseñado por Giorgetto Giugiaro para la De Lorean Motor Company, me conmovió profundamente, casi hasta las lágrimas.
Con el paso de los años pude descubrir la influencia de Julio Verne y H. G. Wells en el guión de Robert Zemeckis y Bob Gale, de la memorable imagen donde el actor de cine mudo Harold Lloyd cuelga de un reloj en la cinta ¡Por fin a salvo! (1923) y del cine de ciencia ficción y de serie B de los años cincuenta –parte importante de la trama es el más popular personaje de La Guerra de las Galaxias (Lucas, 1977)-.
Volver al futuro tuvo dos secuelas que, si bien son divertidas, no hacen justicia a su hermana mayor. Es inevitable reconocer la influencia que generó en series de televisión contemporáneas como Héroes o Fringe. La última hace referencia a un mundo paralelo al nuestro, donde la cinta es protagonizada por Eric Stoltz, el actor que originalmente iba a encarnar a Marty McFly.
La trama de Volver al futuro es conocida por todos. La programan continuamente en la televisión abierta y de paga. Forma parte de la colección de películas de casi todas las personas de mi generación. Por eso reproduciré la opinión autorizada de Ernesto Diezmartínez, justa y emotiva, aparecida esta mañana en la sección Primera fila del periódico Reforma, con motivo de su reestreno en los cines.

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Recuerdos del porvenir
Ernesto Diezmartínez

El recuerdo es imborrable. Y apenas hoy, a 25 años, le hago justicia.
Me refiero a que la última imagen de Volver al futuro (Back to the future, EU, 1985) –el DeLorean volando en el aire- se grabó en mi memoria desde su estreno.
Pero, curiosamente, nunca había escrito al respecto, por más que sea una de mis películas favoritas de los 80. Ahora, ante el reestreno por los 25 años del filme, pago mi deuda.
El cuarto largometraje de Robert Zemeckis puede no ser el más influyente de su carrera –yo apostaría por la fusión de acción viva y animación de ¿Quién engañó a Roger Rabbit? (1988)- ni ha sido la más premiada –ese honor es de Forrest Gump (1994)-, pero sí es la más cercana a la perfección. Y, de lejos, la más divertida.
Parte inicial de una trilogía que se volvería farragosa en su segunda parte y encantadoramente autoparódica en su tercer episodio ubicado en el lejano oeste, Volver al futuro representa no sólo el mejor momento para Zemeckis, sino que terminó convertida en una película definitoria de todo su reparto, especialmente del protagonista Michael J. Fox.
Marty McFly, el adolecente encarnado por Fox, viaja accidentalmente al pasado, mediante una máquina del tiempo muy particular –el emblemático DeLorean- construida por su profesor de prepa, el científico-loco Doc Brown (Christopher Lloyd).
Así viaja a 1955, conoce a su destrampada mamá (Lea Thompson), a su perdedor papá George (Crispin Glover) y, sin quererlo, pone en peligro su propia existencia.
La cinta funciona como preciso mecanismo de relojería: casa diálogo o hecho que McFly escucha/dice/vive en 1985 tendrá relación con algo que sucederá en 1955 y viceversa.
Pero estamos lejos de una ciencia-ficción-rompe-cocos: las paradojas temporales de la cinta se resuelven con una livianidad y una gracia envidiables, a través de una mecánica perfecta del gag verval y visual, y un emocionante desenlace anacrónicamente griffithiano, con autosalvación de último minuto y con el reloj, implacable, avanzando. Una obra maestra.

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Hoy, 25 años después, Volver al futuro se mantiene vigente y demuestra que el viaje en el tiempo sí es posible. Sólo se necesita de una bolsa de palomitas y la voluntad para presionar la tecla de un control remoto.

2 comentarios:

  1. La tercera parte de "Volver al Futuro" es mi favorita, y es la que más raras veces veo, paradójicamente.

    Recuerda usted la serie animada??

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  2. Las tres son películas muy especiales para mí, King. Particularmente la original. Y te confieso que cuando vi los avances de la tercera, al concluir la segunda parte, casi lloro al ver juntos a Marty y al doctor Brown frente al reloj, cuando ni siquiera había sido instalado. ¡Saludos!

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