El martes 22 de enero de 2008, aproximadamente a las 14:45 horas, tiempo local, Heath Andrew Ledger fue encontrado muerto en su departamento del número 421 de Broome Street, en el barrio del Soho, en Manhattan, Nueva York. Mucho se ha especulado sobre las causas de su deceso. Depresión y suicidio son las más notables. Pero se mantendrá vivo gracias a su obra. Un alumno me preguntó un día si prefería al Guasón que encarnó Jack Nicholson (Tim Burton, 1989) o al del desaparecido Ledger en Batman, el caballero de la noche (Christopher Nolan, 2007), y sobre la validez de hacer nuevas versiones de una historia. Respondí que cada generación tiene el derecho de reinventar a sus clásicos y que son dos visiones actorales distintas sobre un personaje memorable, como igualmente entrañables son los Dráculas que personificaron Bela Lugosi, Christopher Lee y Gary Oldman. Gustavo García describió al Guasón de Nicholson como un “vándalo estético”, más en deuda con la intención original de Bob Kane y la oscuridad post punketa de los primeros años del señor Burton. El de Ledger se nutre del enfoque sombrío y profundamente psicológico de novelas gráficas como The killing joke y Arkham Asylum, pero sobre todo del enfoque de un cineasta pesimista (como Nolan mismo se definió en una entrevista) que apuesta por el realismo y por contextualizar las hazañas de un héroe del cómic a una época donde el crimen, la violencia interpersonal y la sed de justicia son el pan de cada día. El Guasón de Ledger se reinventa con cada una de sus víctimas (“quieres saber cómo me hice estas cicatrices?”. Es un criminal despiadado, sin ataduras (“no tienes nada con qué amenazarme”), cuyo único objetivo es el caos (“no se trata de dinero, sino de enviar un mensaje”).
El villano que encarnó Ledger le valió no sólo ganó elogios, reconocimientos y premios póstumos, sino la inmortalidad cinematográfica y la permanencia en la memoria de generaciones de espectadores que se estremecerán cada vez que vean su interpretación.
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