Me lo pregunté ayer cuando vi –por accidente- una buena parte de Todavía se lo que hicieron el verano pasado (Danny Cannon, 1998), placer culposo de una mañana de domingo de la que hablé con anterioridad. El diletante del cine de horror tiene en cuenta que por cada buen espécimen del género existen por lo menos diez malos. La experiencia nos enseña que aunque las intenciones algunas veces son buenas, los resultados son miserables. He aquí algunos de los elementos que condenan al fracaso a una película de horror.
1. ¡Un buen guión, por favor! La base de toda gran obra cinematográfica, a pesar que esté dirigida por el más afamado artesano o protagonizada por la estrella de moda, siempre será el argumento. Sin una buena historia el efecto en la memoria del espectador siempre será limitado. Nadie duda que Psicosis (1960) debe su lugar entre las cien mejores películas de todos los tiempos al genio de Alfred Hitchcock, pero gozaba de un muy buen guión, escrito por Joseph Stefano, basado en la novela de Robert Bloch, inspirada a su vez en los crímenes de Ed Gein. Sin esta materia prima, el mago del suspenso no hubiera concebido esta joya.
2. ¡Coherencia, por favor! El horror y lo fantástico necesitan la complicidad del espectador para que suspenda su juicio lógico y su noción de lo real y así cumplir su cometido. Pero la buena película de horror necesita sentar las bases para que esto se realice. Debe poseer un planteamiento lo suficientemente contundente para que la audiencia no se cuestione sobre su verosimilitud. En Las noches eróticas de los muertos vivientes (Joe D´Amato, 1979), una pareja huye desesperada de una horda de zombis través de un cementerio. A pesar que corren por sus vidas, se dan el tiempo para dar rienda suelta a su lujuria sobre una lápida –bueno, el título nos advierte la tónica de la cinta-. En The Gingerdead man (Chales Band, 2005) las cenizas de un asesino en serie caen –por un accidente que todos hemos tenido- en la mezcla para unas deliciosas galletas navideñas, con resultados sanguinarios.
3. Apostar al caballo ganador no siempre resulta. Por más escultural que sea una protagonista y sin importar cuántos galardones haya acumulado el apuesto héroe, ninguna presencia puede compensar una trama débil. Posiblemente convierta en un éxito de taquilla a la producción –que es lo que importa a los grandes estudios- pero su valor como aportación al género siempre será cuestionable. Naomi Watts era una virtual desconocida cuando protagonizó el remake estadounidense de El Aro (Gore Verbinski, 2003). Kate Hudson y Jennifer Conelly, en cambio, ya eran estrellas cuando actuaron el papel principal de La llave maestra (Iain Softley, 2005) o la versión gringa de Agua turbia (Walter Salles, 2005), respectivamente. Estas dos últimas fueron completamente prescindibles. Uno de los factores que elevaron a la categoría de culto a La noche de los muertos vivientes (George Romero, 1968) y a La masacre de Texas (Tobe Hooper, 1974) fue emplear un reparto de completos desconocidos. Lo mismo ocurrió con El Proyecto de la Bruja de Blair (Daniel Myrick y Eduardo Sánchez, 1999) o la española REC (Jaumé Balagueró y Paco Plaza, 2007).
4. Nada con exceso. Los efectos digitales han evolucionado notablemente y significan en muchas ocasiones un ahorro notable en el presupuesto de una película, sea en la construcción de fastuosos escenarios o en la ejecución de efectos físicos. El resultado puede ser espectacular, pero al final carece de sustancia. Lamentablemente muchas películas de horror abusan de ellos en la creencia que subsanarán baches actorales o argumentales. Una de las fallas que siempre criticaré de la mexicana Kilómetro 31 (Rigoberto Castañeda, 2006) es que la vistosidad de sus efectos –inéditos en el panorama nacional- y su impecable puesta en escena compensan un guión débil que desaprovecha la rica tradición sobrenatural del país y canibaliza convenciones ya desgastadas del cine de horror oriental.
Excelente artículo mi estimado Roberto, estoy completamente de acuerdo contigo en los puntos que expones.
ResponderEliminarAlgo así también ocurre en los videojuegos de terror/horror, a veces con los aspectos visuales, efectos de sonido, el uso de X tecnología tratan de subsanar la falta de buenas mecánicas de juego o de una mala historia. Por cada juego bueno hay como 20 malísimos. XD
Espero con ansias las otras dos partes.
Saludos
PD: Acabo de ver Splice y no me agrado, precisamente por algunas cosas que mencionas; está mejor el episodio "Jeniffer" de Dario Argento en Masters of Horror.
Muy interesante!!!!
ResponderEliminarGracias por sus comentariso, estimado Diaboliquín y Kittyfilm. Aún no veo "Splice". Cuando lo haga la comentaré. Un abrazo a los dos.
ResponderEliminarP.D. Y de Masters of horror, no se pierdan "The black cat", sobre los eventos que rodearon este relato canónico de Edgar Allan Poe, con Jeffrey Combs (alias Herbert West) como el poeta maldito. Simplemente genial.
Sí, ese episodio es para mí uno de los mejores de la serie. El tono onírico/realidad está muy bien llevado.
ResponderEliminarSaludos!
Douglas Sirk y otros grandes conseguían hacer obras maestras de guiones flojos (impuestos por las productoras). Cuanto más malo era el guión mayor era el reto. Lo veían como un desafío y lo disfrutaban.
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