Este no es un comercial. En la televisión de paga mexicana, pocas opciones son tan sensibles y respetuosas del género horrorífico como el Canal Space. Ha programado muchas películas populares, y eso se agradece. Pero más especiales son sus rarezas, como ese delicioso serial de largometrajes para televisión Películas para no dormir, inspirados en los viejos programas españoles Historias para no dormir, de ese genio poco reconocido en nuestro país llamado Narciso Ibáñez Serrador. Pero esa será otra historia. Las últimas semanas han transmitido una cinta que en estas latitudes fue lanzada directamente en video, seguramente por su “alto” contenido sanguinolento y porque no superó la mojigatería de la censura: Masacre en el tren de la muerte (The midnight meat train, Ryhuei Kitamura, 2008), basada en el estupendo cuento de Clive Barker. Este relato es parte de sus Libros de Sangre, indispensable antología para todos los diletantes del horror. Parte esencial de la historia es Mahogany, “un cazador nocturno: como Jack el Destripador, Gilles de Rais, una encarnación viviente de la muerte, un espectro con cara humana. Atormentaba los sueños y provocaba terrores”. En la adaptación fue interpretado por el actor británico Vinnie Jones, a quien recordamos –como decía Troy McClure- en películas como X-men, la batalla final (Brett Rattner, 2006), Swordfish, acceso autorizado (Dominic Sena, 2001), 60 segundos (Dominic Sena, 2000), Snatch, cerdos y diamantes (Guy Ritchie, 2000), Swordfish, acceso autorizado (Dominic Sena, 2001), 60 segundos (Dominic Sena, 2000) y Juegos, trampas y dos armas humeantes (Guy Ritchie, 1998), o como presentador del reality Vinnie Jones´ toughest cops , o como invitado en la comedia de espionaje Chuck o en la poco afortunada serie La Capa. Su rostro inexpresivo y presencia amenazante le viene al carnicero como anillo al dedo. Para los dos Mahogany, el del cuento y el de la película, las costumbres son muy importantes. “Llevaba su sobrio traje habitual con la corbata marrón bien anudada, los gemelos de plata (regalo de su primera esposa) puestos en las mangas de su camisa inmaculadamente planchada, el pelo, fino, reluciente de brillantina, las uñas cortadas y limadas y la cara lavada con colonia. Su bolsa estaba a punto. Las toallas, los instrumentos y su delantal de mallas”. Por fortuna, al cerrar el libro o apagar el reproductor, ambos se quedan ahí. El personaje me resulta particularmente aterrador porque las víctimas de mi perfil le son atractivas. “Muy pronto saldría la riada del teatro. Siempre proporcionaba uno o dos cuerpos robustos. La intelectualidad bien alimentada, sosteniendo los resguardos de sus billetes y opinando sobre los entretenimientos del arte; sí, habría algo ahí”. El testimonio de un inesperado testigo –Leon Kaufman - describe muy bien las acciones de Mahogeny: “El cadáver más cercano a él eran los restos del joven cubierto de espinillas que había visto en el vagón número uno. El cuerpo colgaba cabeza abajo, meciéndose adelante y atrás al ritmo del tren al unísono con sus tres compañeros; una obscena danza macabra. Sus brazos se columpiaban, fláccidos, de las articulaciones de los hombros, en las que se habían practicado cuchilladas de una pulgada o dos de profundidad para que los cuerpos se balancearan con más elegancia”.
La cinta añade personajes y situaciones a la historia original (una pareja sentimental, un amigo homosexual, una oscura obsesión), como sucede muy a menudo, pero el guión de Jeff Buhler trata con gran respeto la imaginería oscura de Barker –de hecho la cinta se confeccionó con su mirada vigilante como productor-. La fotografía de Jonathan Sela no sólo captura adecuadamente los sombríos túneles del sistema subterráneo neoyorkino, sino transmite una sensación de angustia al espectador, como lo demuestra esa cámara que se mueve por las habitaciones del refugio del cazador, ese fatal golpe al desafortunado ejecutivo (Ted Raimi, hermano de Sam Raimi, como una aparición especial) o los vertiginosos desplazamientos por los vagones del metro en sus escenas finales.
Pero lo mejor de todo es, al menos para mí, la terrible figura de Mahogany, quien se coloca dignamente al lado de monstruos clásicos. Porque los instrumentos cortantes –y quien los usa- siempre provocarán pavor al respetable.
¿Suelen usar el metro cotidianamente, en especial a altas horas de la noche?
Feliz viaje.
Ya me pasó que me quedé sola en un vagón... sólo podía pensar en ese cuento.
ResponderEliminarLa película le hace justicia. Clive Barker es un genio.
Y debes leer el cuento "No se duerman en el metro", de Mario Méndez Acosta. Y concuerdo contigo sobre la película. Muchos saludos, AnaCess. Gracias por escribir.
ResponderEliminarme ha pasado y claro que se siente horrible, pero también creo que a veces se está más seguro dentro que afuera del vagón.
ResponderEliminarbuena película, de lo que más me gustó fue la fotografía, es simplemente genial.
saludos.
Recién leí Libros de sangre I y fue uno de mis cuentos favoritos por lo que me daré a la tarea de conseguir la película... y con respecto a un comentario anterior en mi caso particular soy usuario frecuente del metro y bastó un instante para evocar a este asesino buscando la mejor carne entre la muchedumbre. Clive tiene esa facultad de despertar miedos, ansiedades y obsesiones en la psique de quien se atreve a leer sus obras
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