En la entrada anterior de este blog destaqué mi admiración por el reparto de la hoy extinta saga de Harry Potter. Sus actores de apoyo tienen una carrera sólida y una reputación bien establecida en el cine y el teatro, y ello me hace preguntarme sobre el futuro de sus jóvenes intérpretes. ¿Los grandes estudios piensan ocupar a Rupert Grint, Emma Watson o Tom Felton (Ron Weasley, Hermione Granger y Draco Malfoy, respectivamente)? Más allá, ¿ellos piensan continuar su carrera actoral? Por lo pronto el que más ha brillado es el protagonista de la serie, Daniel Radcliffe, quien se esfuerza por sacudirse del estigma del joven hechicero. Así lo ha demostrado su incursión en otros proyectos cinematográficos (Los chicos de diciembre, Rod Hardy, 2007) y en el teatro. En este rubro ha participado en las obras Equus y ¿Cómo tener éxito en los negocios sin realmente intentarlo?, por las cuales obtuvo el reconocimiento de la crítica especializada. Ahora tiene un reto formidable por delante.
La dama de negro es una novela escrita en 1983 por la autora británica Susan Hill. La historia se inscribe en la más pura tradición del ghost story victoriano, un subgénero del relato de horror que nos ha brindado especímenes ejemplares de las plumas de Joseph Sheridan Le Fanu, Montague Rhode James, Bram Stoker, Wilkie Collins, Arthur Conan Doyle, Robert Louis Stevenson, F. G. Loring y Algernon Blackwood, entre otros. En 1987 el dramaturgo Stephen Mallatratt decidió llevarla a los escenarios. Para ello empleó la idea de “teatro dentro del teatro”, donde el protagonista Arthur Kipps narra su encuentro con la otredad a un actor en busca de exorcizar los recuerdos tormentosos que le acosan.
La obra se montó en México en 1994, con éxito contundente. La mayor causa de ello fue, sin duda, la formidable actuación de Germán Robles, quien interpretaba 8 papeles diferentes en un montaje estremecedor, que no da al espectador oportunidad de respirar tranquilo hasta su terrible desenlace. Tuve el placer de ver la obra en cuatro ocasiones y en diferentes etapas, todas con el Maestro Robles. Años después tuve el gusto de conocerlo en la Universidad del Claustro de Sor Juana –las piernas me temblaban de emoción-, realizar algunos proyectos con él e, incluso, recibir sus consejos para hacer lecturas dramatizadas. Tras su salida de la obra, otros histriones han retomado la estafeta, como Rafael Sánchez Navarro, Juan Carlos Colombo, Odiseo Bichir y Alejandro Tomassi. No cuestiono sus capacidades, pues no los he visto en escena. Pero ninguno alcanzará, al menos en mi corazón, la dimensión del maravilloso protagonista de El vampiro (Fernando Méndez, 1957) y La maldición de Nostradamus (Federico Curiel, 1961).
En unos meses se estrenará una nueva versión cinematográfica de La dama de negro, dirigida por James Watkins a partir de un guión de Jane Goldman –ya se había hecho una en 1989-. A la espléndida fotografía de Tim Maurice-Jones –la cual es evidente en el tráiler que comenzó a circular en la red- se suma el valor emocional de ser producida por la casa británica Hammer, cuyo ilustre pasado admiramos todos los diletantes del cine de horror. Y destaca especialmente la presencia del joven Radcliffe, quien calzará los zapatos de Arthur Kipps. No oculto la emoción que el estreno de la cinta me produce. Conoceremos si existe vida después de Hogwarts.
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