jueves, 4 de agosto de 2011

Crónicas del primer vengador, parte 2 de 3.

No ví Capitán América, el Primer Vengador (Joe Johnston, 2011) como hubiera deseado. La sala a la que usualmente acudo sólo la programaba doblada al español y si bien el resultado era aceptable, no puede igualar a su forma original. Comprendí el sentir de muchos cinéfilos españoles, quienes tienen que ver obligatoriamente cintas de otros países dobladas a su lengua por motivos nacionalistas que datan de los primeros años del siglo pasado. Pero esa es otra historia.
Asistí a ver la cinta con gran escepticismo: el recuerdo de la atroz adaptación que se hizo del héroe en 1990 (dirigido por Albert Pyun) era poderoso y dudaba que Chris Evans fuera una buena elección para interpretar al protagonista, pues esperaba que los productores seleccionaran a un actor de la talla de Robert Downey, Jr. –quien encarnó de la forma más acertada a Tony  Stark/Ironman-, de Samuel L. Jackson que interpreta al reclutador de personal Nick Fury, o de Edward Norton, quien personificó a Bruce Banner/Hulk –en el futuro será reemplazado por el actor Mark Rufallo- . Y sobre todo porque Evans tiene el peso de haber vestido el uniforme de Johnny Storm –mejor conocido como La Antorcha Humana- en las dos cuestionables adaptaciones de Los 4 Fantásticos (Tim Story, 2005 y 2007). Todas mis reservas quedaron disipadas cuando salí de la sala. El desempeño de Evans es más que adecuado. Se encuentra a la altura del símbolo que representa. En la primera parte de la cinta refleja estupendamente la fragilidad del personaje, pero sobre todo su patriotismo, tenacidad y capacidad de anteponer el bienestar de otros sobre el suyo. Steve Rogers no odia a los Nazis, sólo a los abusivos. En la segunda parte de la película responde la exigencia que le hace su creador. “Un hombre débil comprende el valor de la fortaleza, el verdadero significado del poder”, le dijo.
Capitán América, el Primer Vengador es una gran película, un divertimento impecablemente realizado que satisface con creces al admirador del héroe a pesar que toma elementos –personajes y situaciones- de diferentes etapas del héroe. También completa el círculo de las recientes adaptaciones al cine de las figuras más reconocidas de Marvel Comics (Hulk, Ironman, Thor) y sienta el precedente perfecto para su tan anticipada cinta Los Vengadores (Josh Weddon, a estrenarse en mayo de 2012), de la cual vemos avances al finalizar los créditos. Ahora vayamos por partes.
Una cinta de fantasía que inicia o se desarrolla durante un episodio histórico verificable en los libros de historia siempre gozará de verosimilitud narrativa, como sucedió en Rocketeer (Johnston, 1991), Hellboy (Guillermo del Toro, 2004) y Hombres X, primera generación (Matthew Vaughn, 2011). Lo demuestran también las películas de Indiana Jones (Steven Spielberg, 1981, 1984 y 1989), Los niños de Brasil (Franklin J. Schaffner, 1978) o Bastardos sin gloria (Quentin Tarantino, 2009). Adolfo Hitler y la Alemania Nazi siempre serán figuras indeleblemente relacionadas con el mal por sus atroces acciones y, por tanto, atractivas para todo tipo de artistas. Recientemente un documental de Discovery Channel reveló su inquietante presencia en México en la era del presidente Lázaro Cárdenas. ¿Se imaginan una aventura situada en este entorno? Pero no nos desviemos.
Capitán América, el Primer Vengador puede apreciarse como cinta de época. Se nutre de las preocupaciones que dominaban ese momento histórico y de la necesidad social de símbolos que representaran los valores y el sentimiento de protección que tanto anhelaba el pueblo estadounidense –y de todas las naciones libres-. Así como los soldados que izaron la bandera de Estados Unidos durante la célebre batalla en Iwo Jima (episodio narrado por Clint Eastwood en La conquista del honor, 2006), el Capitán América emprende una gira para recaudar fondos para el Ejército. El guión de  Christopher Markus y Stephen McFreely aprovecha la anécdota para, de paso, rendir homenaje al viejo serial que protagonizara Dick Purcell y a las historietas originales creadas por Joe Simon y Jack Kirby. Peggy Carter (Hayley Atwell) no sólo es el interés romántico del protagonista, sino un homenaje a las pin-ups de la época.
Otro aspecto que da gran dignidad a la película es la presencia de Stanley Tucci (como el profesor Abraham Erskine, creador del Capitán) y Tommy Lee Jones (como el Coronel Chester Phillips, tormento y apoyo del héroe). Y no podía faltar la obligada aparición de Stan Lee, ahora en un flamante uniforme.
Sus efectos visuales son sensacionales. El más brillante de ellos –y de mayor duración- involucra el rostro de Chris Evans –hombre enorme y musculoso- en el pequeño y enclenque cuerpo del joven aspirante a soldado Steve Rogers, técnica similar a la que David Fincher empleó para rejuvenecer a Brad Pitt en El curioso caso de Benjamin Button (2010).
Y finalmente algo de lo que no quedo del todo conforme. En su momento celebré la elección de Hugo Weaving (Mr. Smith en la saga Matrix) para hacer el papel del villano Johann Schmidt/Cráneo rojo, pero el resultado final no fue capaz de sorprenderme. No deja de recordarme al actor Scott Paulin en esa horrible adaptación noventera. Cuando preparaba el rodaje de Batman, el caballero de la noche (2009), Christopher Nolan reparó que debía ser realista al momento de recrear el rostro desfigurado de Harvey Dent/Dos caras (Aaron Eckhart): “un actor maquillado siempre tendrá añadidos en su piel, cuando deseamos que muestre menos”. Creo que la caracterización de Weaving debió seguir este principio. No pude percatarme de su cuestionable acento alemán como señaló mi amigo Carlos del Río en su podcast Cinemanet pues, como señalé en un principio, tuve el infortunio de ver la cinta doblada al español.
Pero lo anterior no demerita el resultado. En su línea final, el Capitán América reconoce la tragedia que su condición heroica implica: “tenía una cita”.

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