En espera que las grandes multitudes perdieran interés por ver Harry Potter y las reliquias de la muerte, parte 2 (David Yates, 2011) dado que pasó más de un mes desde su estreno, decidí verla finalmente el sábado pasado. Grave equivocación. A pesar que se trataba de la última función y que suponía que el inminente regreso a clases habría minado gravemente la economía de las familias (por eso de las colegiaturas y los útiles de los niños), la sala estaba abarrotada.
Presenciar la conclusión de la saga cinematográfica más exitosa del nuevo milenio fue todo un acontecimiento. La vi –contra mis deseos- en tercera dimensión, un formato que –como he dicho anteriormente- repruebo pues no creo que aporte mucho a una historia más allá del alarde técnico que representa. Pero esa es otra historia. Harry Potter y las reliquias de la muerte, parte 2 es un cierre impecable, una cinta deslumbrante que seguramente dejó satisfechos a los admiradores del joven mago. Debemos recordar que adaptar obras literarias a la pantalla grande no es cosa fácil. Ese fue un aspecto que muchos pueden reprochar a la serie. Steve Kloves, el guionista de todas las películas, tuvo que suprimir muchas situaciones y subtramas que las habrían hecho más largas de lo que resultaron. Y creo que lo hizo bien. Luego están las comparaciones sobre desempeño de sus directores. Los trabajos de Chris Columbus, Alfonso Cuarón, Mike Newell y David Yates, todos cineastas de las procedencias más diversas, fueron competentes. Estuvieron a la altura de una franquicia sobre la que Warner Brothers y los jóvenes cinéfilos depositaron las más altas expectativas.
De la saga siempre apreciaré que su reparto de apoyo estuvo íntegramente compuesto por actores británicos, como los brillantes Maggie Smith, Robbie Coltrane, el finado Richard Harris, John Cleese, Richard Griffiths, Fiona Shaw, John Hurt, Ian Hart, Kenneth Brannagh, Emma Thompson, Ralph Fiennes, Elena Bonham Carter, Timothy Spaal, Jason Isaacs, David Thewlis, Jim Broadbent, Brendan Gleeson, Imelda Staunton, Billy Nighy, Michael Gambon, Gary Oldman y Alan Rickman, entre muchos otros (Severus Snape será un tema que trataré en el futuro). Y por supuesto están los jóvenes protagonistas Daniel Radcliffe, Emma Watson y Rupert Grint, a quienes vimos crecer durante la serie y cuyas actuaciones se encontraron a la altura de tan impresionante elenco.
A momentos ejemplares de la película, como los que menciona mi amigo Rafael Aviña en el texto que reproduciré a continuación, añado el mensaje que da su mentor al héroe sobre el poder de las palabras, sin duda el que mejor resume el éxito de la saga y definirá su perdurabilidad. Queda pues a su consideración esta crítica, aparecida el viernes 15 de julio pasado en el suplemento Primera fila del diario Reforma. Ahora sólo podemos preguntarnos qué saga llenará el vacío que deja Harry, porque definitivamente los vampiros que brillan no son una opción.
Al terminar de escribir estas líneas caigo en cuenta que las últimas semanas me enfoqué en el género fantástico. Regresemos al horror.
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Fin de una mágica adolescencia
Rafael Aviña
Con Harry Potter y las reliquias de la muerte, parte 2 (GB-EU, 2011), dirigida por David Yates, finaliza una de las sagas familiares-juveniles más populares: ocho películas que mantuvieron un alto nivel de entretenimiento, coherencia y eficacia.
Ello, en buena medida, gracias a la creación de un atractivo universo fantástico-doméstico con elementos ultraterrestres y míticos, plagado de personajes insólitos, sin descuidar los ingredientes cotidianos de niños-adolescentes enfrentados a pérdidas, temores y abandono, surgidos de la imaginación de una perseverante escritora como J. K. Rowling y al sensible trabajo de un gran guionista como Steve Kloves.
Cerrar el círculo no era fácil. La última de la serie tenía que ser espectacular y con elevadas dosis de acción, dramatismo, humor y efectos visuales. Pero sobre todo, con grandes expectativas emocionales para clausurar los cambios físicos y hormonales de aquellos niños de la hoy lejana Harry Potter y la piedra filosofal (2001), trastocados en jóvenes, conscientes de que crecer resulta cruel y doloroso. Algo bien sabido por los mismos seguidores de esa saga, quienes maduraron en paralelo a los protagonistas.
De hecho y para la fascinación de los fans, se trata de una película suma que condensa todos los elementos y perspectivas creadas a lo largo de las ocho cintas, incluyendo imágenes del pasado, objetos, la aparición de varios de los personajes más significativos, algunos decesos sensibles y revelaciones trascendentales que involucran a Potter (Radcliffe), Severus Snape (Alan Rickman) y a Albus Dumbledore (Michael Gambon).
Y a su vez, el protagonista, con Draco Malfoy (Tom Felton), Lord Voldemort (Ralph Fiennes) y la varita de sauco.
Esta segunda parte, en la que continúa la búsqueda de los horrocruxes para destruir al innombrable, resulta la más imaginativa, emocionante, e incluso más emotiva de todas. A ello, se añaden impresionantes escenas de efectos digitales como el hechizo multiplicador, el dragón ucraniano, o la batalla en Hogwarts.
Y, a diferencia de las anteriores, da poca oportunidad de respiro con un clímax notable y un sensible epílogo 19 años después, para concluir esta épica fantástica sobre el amargo tránsito de la adolescencia.
Honestamente deseo que la saga que atraiga a las masas a las salas de cine no sea crepúsculo (las minúsculas son a propósito). No he visto ninguna de las cintas de estos vampiros edulcorados, pero ninguna me gustó.
ResponderEliminarMérito aparte, Harry Potter -a pesar de los detractores- acercó a muchos a la lectura.